En el telar de mi ser, entrelazo las letras que brotan de mi alma, tejidos de sentimientos y emociones que danzan sobre este lienzo negro que mi pluma transfigura. Anhelo que cada palabra, cada trazo, trascienda y se convierta en eco en tu ser para fundirte en el velo mágico de mi memoria. Que mis versos sean puentes que nos unan en un abrazo sólido, y que mi tinta sea un testigo del vínculo que florezca entre tú y yo. En cada línea trazada, en cada verso susurrado, te escribo con el alma para que en el tapiz de nuestras historias encuentres el eco vibrante de mi ser y la esencia de este nuestro encuentro. Que mis letras sean hilos de un lazo indisoluble entre tú y yo, donde el tiempo se detenga y la eternidad se haga presente. En cada palabra entrelazada, en cada estrofa compartida, tejamos juntos la trama de un sentimiento duradero, donde nuestras almas se encuentren en todos los rincones de esta bella historia.

16 de agosto de 2015

Son besos las olas del mar...

Y me dormí, haciéndome la misma pregunta: ¿Por qué las olas, esas que van y vienen, parecen todas iguales y, sin embargo, ninguna es igual?
Y caminé por la arena, dejando hundir mis pies en ella, dejando mis pisadas a la espalda, marcando un sendero que no sé si volveré a andar, hasta llegar al final, al pie de aquel acantilado. Una pequeña senda, todavía no inundada, se abría pegada al agua…

Valiente yo, sin más miedo que el de no saber volver, me adentré por ella… Y así, al caer la noche, llegué a aquella cala amparada en los brazos de un impresionante despeñadero de roca en el que se reflejaba la luna, la que desplegaba su faldón sobre la mansa agua salada.
Una hoguera encendida… ¿Abandonada?
Me acerqué y me calenté. Me hipnotizaron los chisporroteos del fuego. Las llamas parecían danzar, siempre ascendentes…

Algo tiene el fuego que me encandila, algo que me hace perder la noción de todo. Los ojos dejan de ver, el cuerpo se aletarga, la mente divaga… y el alma empieza a danzar en torno a él, encima de él… como vestal sagrada y conjurada…

Un viento empezó a danzar sobre el mar, a levantar la arena que comenzó a golpear mi piel, a desdibujar las llamas del fuego… Y me alma se revolvió en ellas, sin perderlas, siendo una de ellas…, o siendo todas, mientras mi cuerpo era sacrificio del viento y de la arena, de gotas saladas empujadas por ambos.

Sonidos ancestrales repicaban en mi mente, magnetizadores, sacramentales, mientras se iba dibujando una figura al otro lado del fuego: Cabeza, hombros, pecho, caderas, piernas… Cuerpo descubierto.
Cuerpo desnudo.
Cuerpo de hombre.


Cuerpo que permaneció inmóvil mientras se proyectaba aquella otra imagen vaporosa que se introducía en el fuego. 
Dos almas unidas, en una danza candente, fuego con fuego, contrafuegos…





Y el cuerpo se acercó. Lo observé de arriba abajo…, de abajo arriba, en silencio.
Vi ojos, inmensos como la oscuridad del mar.
Vi nariz, aguileña como los cortantes que morían en el mar.
Vi unos labios, sellados, que, poco a poco, se fueron separando en la curva de la sonrisa más bonita que he visto, como una luna en cuarto creciente…
Y me dijo:

_Sé dibujar los susurros… Y sé pronunciarlos… Y sé la respuesta a tu pregunta: ¿Por qué las olas, esas que van y vienen, parecen todas iguales y, sin embargo, ninguna es igual?

Me tendió la mano. La tomé y me puse en pie. Lo hice sin dudar, sin titubeo alguno. 
Mi cuerpo floreció desnudo entre sus brazos. Me hizo mirar al fuego, donde aquellas dos almas seguían danzando, abrazadas.

- ¡Míralas! Somos nosotros... Es tu alma... Eres tú... Soy yo... Es mi alma…

Su voz era como la calma. Sonaba clara y ligera, masculina... Hablaba como si me estuviera leyendo un poema.
Y en ese efecto hipnotizador de sus palabras, me besó.
Una vez… Un simple roce de sus labios posados sobre los míos. Tan breve que apenas pude apreciarlo.
Una segunda vez… Un roce más profundo, más largo, donde su lengua tocó mi carne.
Una tercera ocasión… Un roce de labios entre abiertos, en los que los míos parecían dejar de serlos para ser suyos y viceversa.
Una cuarta… Un roce de labios contra labios en el que éstos dejaron de pertenecernos para que fueran protagonistas nuestras lenguas.

- ¿Puedes decirme cuántos besos te he dado?
- Cuatro -le respondí. Negó con la cabeza.
- Te he dado un beso… Solo uno… como las olas del mar.
- ¿Quién eres?
- ¿Quién eres tú?
- Yo... -sin llegar a pronunciar mi nombre.
- No -me respondió con rotundidad pero con ternura-, tú eres Yo. Y yo… Yo soy tú.
Y dicho esto, colocó su mano en alto, a mi derecha, como a la altura de mis ojos, con la palma hacia mí, ofreciéndomela. Iba a poner mi mano pegada a la de él y, justo en ese momento, mi mano fue azul… como el color de mi alma. La suya, fuego… como su alma. 

- Ahora nuestras almas confirman que se han vuelto a encontrar.

Y al juntarse, el fuego de la hoguera desapareció. Sentí una sacudida muy fuerte, un dolor tan intenso que me hizo caer de rodillas y abrazarme a mí misma. Fueron tan largos aquellos segundos que cuando levanté la vista, casi amanecía y el agua cubría mis rodillas.

Al mirar al frente, mis ojos estaban, obviamente, todavía perturbados por el dolor y la confusión, vislumbré aquella figura emergiendo de las aguas, perfilada en las luces de un amanecer…
Y, entonces, comprendí por qué las olas del mar no son iguales.... Porque los besos tampoco son todos iguales.



8 comentarios:

  1. Un relato mágico. Es como una respuesta a tu anterior entrada.

    Más besos de dulce y dulce semana.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Creo que es así, aunque, en realidad, la respuesta me vino sola, como suelen venir los hechos importantes. A veces lanzo preguntas al viento y me las trae. No siempre las entiendo pero he de analizar el agua, su movimiento, el por qué es de noche, el por qué es de día... Son todo símbolos, detalles... que dan respuesta a las dudas.
      Pero sí, hay besos y besos, como bocas y bocas y como sentimientos y sentimientos, pero los besos que se dan sin ellos, sin ellas, son los que realmente te elevan y te hacen sentir.

      Un beso, Dulce, y feliz semana igualmente.

      Eliminar
  2. Me encantó, no... lo siguiente!

    Y sí, las olas pueden parecer todas iguales, pero no los son... cada una toca nuestros tobillos de manera diferente... la sensación que deja en nuestra alma lo es... sus susurros lo son... y Él te ha recordado algo que tú ya sabías; no todos los besos son iguales... definitivamente no.

    Besotes hermosa.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. A mí me resulta complejo analizar el mar. Nunca lo entendí pues mis pies y mi alma son de otros mares, de mares de arena y viento... pero, tal vez, por algo en concreto, apareció el mar... Y hay que comprenderlo en la medida en que sea posible, seguramente porque las olas del mar son besos completamente diferentes a todo.

      Un beso enorme para ti también y una sonrisa.

      Eliminar
  3. Un relato precioso , cuando el alma lo es todo
    cuando uno no es sin el otro

    las imagenes como tus letras intensas, cargadas de sensibilidad

    Besos dulces y feliz semana

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Slave. Para mí, el alma tiene una importancia máxima, como te habrás dado cuenta. Mi corazón está solo para latir: el alma, para vivir. Y eso hace que todo sea mucho más intenso, con la mayor de las sensibilidades.
      Al alma no puedes controlar. Tiene su vida propia. Su propia experiencia y solo has de dejarte llevar por ella ,y ella te lleva al origen.

      Buena semana, aunque seguro que nos veremos por ahí :-) y un beso grande.

      Eliminar
  4. No. No todos los besos son iguales, cada uno lleva su esencia, pero todos son necesarios como la variedad en el comer, aunque siempre hay uno que queda latente en el alma, es el más profundo, el que allí queda marcado para siempre, el que lleva su más hondo.

    Un besazo, preciosa.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. me comí la palabra, son cosas del directo, perdona, quise decir...

      "el que lleva su más hondo palpitar".

      Más besos.

      Eliminar

Sueña porque soñar es vivir y vivir es sentir...