En el telar de mi ser, entrelazo las letras que brotan de mi alma, tejidos de sentimientos y emociones que danzan sobre este lienzo negro que mi pluma transfigura. Anhelo que cada palabra, cada trazo, trascienda y se convierta en eco en tu ser para fundirte en el velo mágico de mi memoria. Que mis versos sean puentes que nos unan en un abrazo sólido, y que mi tinta sea un testigo del vínculo que florezca entre tú y yo. En cada línea trazada, en cada verso susurrado, te escribo con el alma para que en el tapiz de nuestras historias encuentres el eco vibrante de mi ser y la esencia de este nuestro encuentro. Que mis letras sean hilos de un lazo indisoluble entre tú y yo, donde el tiempo se detenga y la eternidad se haga presente. En cada palabra entrelazada, en cada estrofa compartida, tejamos juntos la trama de un sentimiento duradero, donde nuestras almas se encuentren en todos los rincones de esta bella historia.

20 de septiembre de 2017

12

La   Magia del   Amor


En muchos de mis viajes más allá de los sentidos de la tierra, me he encontrado con seres como él, auténticos leones hambrientos a punto de devorarte al más pequeño despiste; gacelas tímidas y asustadizas que ágiles saltan al más pequeño de los ruidos, ñúes que ven sus posibilidades de salvarse actuando a bulto…
Siempre he pensado que en su interior se esconde una tremenda tormenta, donde los rayos le arden, donde los truenos le provocan auténticos caos, y, donde la lluvia, le inunda. En el fondo, sabio y paciente, a veces, desesperado por el gran deseo de deshacerse de ese bestial imaginario que lo envuelve.

Siempre hemos ido tentando un poco la suerte, midiendo ambos nuestros pasos, guardando la distancia justa. Creo que sabe quién soy. No solo porque esté pendiente de mí día y noche.
De día persiguiendo mis pasos, siguiéndome allá donde voy, observando cada cosa que hago… Por  otro lado, a pesar de todo, eso me hace sentir segura.
De noche, se vuelve cautivo bajo la intemperie, bajo el rosario de estrellas, hechizado por cada una de las fases de la luna, incluso impertérrito bajo la ausencia de ella en esas noches de luna nueva.


Creo que hemos llegado a un punto, después de tanto tiempo, que hemos fusionado nuestras almas: La suya de salvaje e indómito ser, y la mía, dócil y complaciente. No puedo darle otra explicación medianamente lógica, si fantástica, a este nexo que nos mantiene unidos y alejados al mismo tiempo.
Incapaces de situarnos cara a cara, siempre pendientes de una distancia aparentemente insalvable… pero aquel día algo sucedió. Me extrañó no verlo rondar cerca de casa al despertar y lo eché de menos esa misma noche. Primero no me preocupé. No deja de ser un alma libre.

En mi sendero en busca de semillas vi huellas extrañas. No las había visto antes. Tenían forma de pie pero eran demasiado grandes, de alguien que camina erguido. Siguiéndolas, llegué hasta el pequeño claro que se abría al otro lado del río. No era el mejor lugar para pernoctar, al menos no para quién conociera aquel territorio. Cerrado y de difícil escapatoria. Observé entre los matorrales pero no vi más que un pequeño fuego encendido. Agudicé mis instintos y no tuve constancia de la presencia de mi lobo blanco. Me mantuve quieta durante un tiempo interminable hasta que la lluvia comenzó a caer. Me hallaba demasiado lejos de mi cueva en el viejo árbol como para permanecer mucho más tiempo ahí. Me cubrí con la capucha y retrocedí sobre mis pasos justo en el preciso momento en el que de entre los árboles salió aquel ser con pechera plateada y alta envergadura. La curiosidad me podía pero la prudencia también.

El cielo se cubrió de oscuridad en un momento y, bajo aquella fuerte lluvia, con el agua calándome hasta los huesos, llegué a mi refugio del árbol. Antes de cerrar la pesada puerta de madera, eché la vista atrás esperando sentir al lobo solitario. Respiré hondo y con mucha pena en mi alma. Tuve una extraña sensación.
Aún volví a mirar por uno de los ventanucos. Avivé el fuego y pronto entré en calor. Un poco de agua hervida de hierbas me templó. Aún así, está desasosegada y no podía apartar de mí aquella sensación de soledad y tristeza.

Estuvo lloviendo toda la noche y aún caía ligeramente cuando desperté. Había sido una fuerte tormenta y se veía cierto destrozo ahí hasta donde mi vista alcanzaba. Me dolía la cabeza y no podía evadirme de la sensación que el sueño de aquella noche atrapaba mi cuerpo y mi mente. Algo instintivo me hizo hacerme una alforja, cerrar mi casa y atravesar el bosque.

En un momento dado, me sorprendió un ruido. Me escondí y aguardé hasta que ante mis ojos pasó aquel hombre de hojalata montado sobre un hermoso caballo blanco. Ni me moví. Nunca había visto a nadie así. No por su físico, sino por lo que emitía. Pero soy un ser huidizo, sigiloso, prudente…, acostumbrado a perderme entre las sombras y las brumas. Es lo que me ha mantenido viva durante tantos tiempos. Le seguí durante un buen rato. No fue consciente de ello. Sí su montura que se mostró ligeramente nerviosa.

De pronto, observé una escena que no esperaba. El caballo se puso de pie sobre sus patas traseras, estando a punto de derribar al hombre que, a duras penas intentó gobernar al animal. Unos metros más allá, delante de ellos, el gran lobo blanco, enseñando sus fauces, espumando, agresivo y desencajado, con los ojos llenos de furia. A duras penas pude reconocerlo. Se me encogió el corazón al tiempo que  parecía estallarme. Empezó a palpitar rápidamente, como un palafrén desbocado, ahogándose…

El caballo daba vueltas sobre sí mismo, intentando huir de ahí, sostenido duramente por el jinete, mientras el lobo blanco avanzaba tímidamente, como un ogro de esos de antaño, de otros lares, como un animal invadido por la ira. El jinete se venció sobre el suelo y el lobo se adelantó un poco más, gruñendo, con más espuma en la boca. Aquel no podía ser mi lobo blanco.

A veces, la situaciones límites nos ponen a prueba No dudé en salir de mi escondite y ponerme entre el lobo y el jinete, mientras el caballo salía en estampida como alma que persigue el demonio. Ahí estaba yo, como si pudiera hacer algo entre un hombre consternado y un lobo rabioso.

-  ¡Aparta de ahí! ¡Aléjate! ¡Huye! –me gritó el caballero arma en ristre, apartándome de un brusco gesto que me derribó al suelo. Dándome la espalda, extendió la mano como orden de mantenerme a distancia.
- ¡No! –grité con desesperación viéndolo empuñar la espada con ambas manos y mantenerse regio ante la bestia.- ¡Detente! ¡Para!

Le bordeé y me puse más cerca del lobo que gruñó con más fuerza y enseñó más sus fauces. El brillo sanguinolento de sus ojos me detuvo unos instantes. Creo que mi corazón latía a la misma velocidad que la del monstruo pero bajo esa piel blanca y sucia por el barro, tras esa mirada, que estoy segura no era la suya, tras esas enormes fauces… estaba ese ser que me había estado protegiendo durante años.
No iba a permitir que lo mataran. No sin intentar luchar por él. El amor es complaciente y obra milagros. No oía el vozarrón masculino, ni los improperios que dirigía al lobo. Yo me mantenía de pie, ahí, confiando en algún designio del destino, solicitando calma con un brazo hacia atrás y otro hacia adelante.

Siseé mientras intentaba calmarme, dominar el miedo que me contagiaba todo mi ser, transmitirle la serenidad que me faltaba. Y avanzar lentamente, un pequeño paso y detenerme. Otro y volver a detenerme. El hombre volvió a tirar de mí y caí al suelo de espalda. El lobo atacó y lo tiró a él. Se revolvió y ahora era él quien mediaba distancia entre el caballero y yo.

- Escúchame…  Canius, escúchame… Sshhh… Soy yo… Calma…

No supe decir mucho más durante no sé cuánto tiempo. Pero no me escuchó. Durante esos minutos comprendí que debía seguir luchando por liberar su alma de la oscuridad que lo anidaba porque podía agredir y destrozar al hombre… pero no lo hacía. Solo amenazaba. Y eso era una señal.

- ¡Estás loca! ¡Aparta, por Dios! –inquirió.
- ¡Baja la espada, por favor, bájala!

Cauta me acerqué un poco más y me arrodillé ante mi lobo blanco. Las lágrimas empezaron a rodar sobre mis mejillas y tendí las manos hacía él, suplicando, rogando…
Sus fauces se fueron cerrando. Tragaba sus propias babas, ahogaba sus propios quejidos e iba metiendo el rabo entre las piernas al tiempo que bajaba la cabeza en señal de sumisión hasta que se tendió sobre su tripa y apoyó la cabeza en el suelo.

Respiré hondo. Miré tras de mí y vi al caballero arrodillado, derrotado, hincado en su espalda clavada en el suelo. Gateé hasta mi lobo blanco, y le abracé. Sentí su lengua lamiendo mis lágrimas. Solo se detuvo cuando el hombre se acercó y me invitó a ponerme en pie.
- Esto va a ser algo que no vamos a olvidar –pronunció.- Está tierra siempre ha sido extraña.
- Lo sé… Te recuerdo… Ahora te recuerdo…
-  Pensé que no… Ha pasado mucho tiempo… Demasiado tal vez.

Y recordé aquellos ojos miel, irisados en un tono dorado… Los mismos ojos del dragón de Higanfa que, herido de amor, destrozó y amenazó durante siglos al pueblo.

- Nunca es demasiado tarde –asentí.
- Debo partir.
- Eso será mañana...



Tema 12/52: Combina estos tres personajes a modo de secundarios: el hombre de hojalata, un dragón enamorado y un ogro para hacer con ellos una narración fantástica.

7 comentarios:

  1. Maravilloso!! Ensimismada y abrazada por tan bonita historia… Fantasía en su estado más puro… Bellísimo, querida Mag; la escena final del lobo, conmueve… se puede visionar… Un placer! Y las imágenes, preciosas…

    Bsoss enormes 😘

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  2. Leyéndote me he ido a los mundos de una escritora juvenil que tuve el placer de conocer hace mucho tiempo... con fantásticas historias que atrapan y trasladan el tiempo y el espacio latiendo en otros mundos... hoy tú has logrado esa magia. Gracias, querida Mag.

    Mil besitos para tu tarde, preciosa.

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  3. Lo he disfrutado, recordando sueños y leyendas, visitando otros mundos y viviendo una fantasía , yo también me he puesto entre el hombre y el lobo con el que ha sido sencillo encariñarse. Un abrazo preciosa

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  4. Muy bonito relato que lleva a adentrase en la tensión de esa escena y vivirla. Y por momentos pensé que la chica era también otro ser mágico. Aunque tal vez sí lo era.

    Beso dulce Magda.

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  5. Esos amores galantes.. intemporales..épicos. Precioso

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  6. Mil gracias a tod@s, Familia.
    Os agradezco muchísimo vuestros comentarios y apoyo, vuestra compañía y cariño.
    Millones de besos y abrazos.

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  7. Me gusta eso de que un hombre de hojalata sea un caballero.
    Y te imagino como esa dama que vive en la naturaleza, que tiene esa cercanía, esa amistad con el lobo. A quien defiende.
    Besos.

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Sueña porque soñar es vivir y vivir es sentir...