Me tiene harta. Lo puedo decir más alto pero no más claro. Que sea un dios, que pueda estar en todas partes y sea el que más “mea” del Olimpo, no le da derecho alguno a hacer lo que le venga
en gana. Nunca me fié de él y nunca me gustó. Tal vez por ser tan rebelde me
tiene tan agobiada.
Sí, hablo de Zeus.
Allí está él, siempre impertérrito _menos cuando pierde las formas, algo
que sucede más a menudo de lo que os imagináis, por mucho que oigáis decir_,
altivo, seguro de sí mismo, capaz de las más grandes hazañas y de meter la pata
ante la más mínima expresión de la nimiedad. Ya sabe que presentarse ante la
ingenua conquista que se le ha metido entre ceja y ceja _por no decir entre
huevo y huevo_ lanzando al espacio rayos y tempestades, lluvias y truenos es
algo muy soez, así que sabe que, adoptando todas las formas posibles,
imaginables e inimaginables, divinas y humanas, consigue mejores trabajos.
Algunas suspiran por él, otras intentan ser la única, otras deciden
compartirlo… Yo, yo no quiero saber nada de un pedante y soberbio como él. Aunque
reconozco que tiene un cuerpo de dios pensado para tentar y procurado para pecar... pero no… Yo en mi
sitio para su desesperación. A veces me llama Xantipa, porque me dice que soy
una insolente, porque tengo mal carácter y porque lo desprecio. ¿Y? ¡Qué le
den! ¡Preocupada me tiene! ¡Vamos, hombre!
¿Cómo demonios pretende
conquistarme presentándose ante mí como una serpiente? Lo primero que hice fue
coger una piedra y chafarle la cabeza. No hay más serpiente que yo. No tuve ningún tipo de contemplación…
Estuvo lloviendo tres meses seguidos. Creo que fue un castigo. Ya no digo nada
cuando no se le ocurrió mejor idea que convertirse en un toro blanco –precioso,
sí, con unos atributos que acomplejaban a cualquiera_ pero, ¡por todos los
dioses del Olimpo!, ¿en qué cabeza cabe? Primero me quedé petrificada. Luego,
salí por patas como alma que lleva el demonio. Por entonces, tenía más
competencia que ahora. A ver, que le hubiera funcionado con otras, no
significaba que fuera a funcionar conmigo. Europa es que se confió demasiado o
es que ese día no era el mejor día. Hasta le limpió las babas. ¡Válgame un
deber! No sé. Yo veo una manada de toros en el agua y uno que se fija en mí… Y
se lía parda, vamos. A mí no me apetece poner huevos _como le tocó a la pobre
Leda_ por muy cisne blanco que parezca. ¡Y total por un polvo de media noche!
Ni me apetece que se disfrace de lluvia de oro para echar una gotitas _esto me
da que pensar y me desvío del tema_.
Y dicen que se abandona a sus fuerzas, que prefiere exponerse a Eros tal
cual es, sin trampas, para honrar a una mujer. ¡Honrar! Esa es otra. Las engaña porque por sí mismo no puede.
¡Menudo tiparraco más impresentable! Ya engañó a su primera mujer, celosa como
pocas, pero la muy…, bueno, ya me entendéis, en vez de darle por saco a él que
era quien más culpa tenía _a mí modo de ver_, resulta que se vengaba contra
todas las amantes y descendencias de su reputado marido.
Para entonces ya tenía tres esposas inmortales, y otras tantas más
otras, mortales. Sin comentar los líos y deslíos con ninfas y otras deidades
menores, cuando no era que le daba al pescado igual que a la carne. ¡Para que
luego me venga con cuentos de ambrosía y néctares! ¡Anda, hombre, tira por ahí!
Y de todas y todos se aprovechó.
¡Mira que avisé veces a Ganímedes!: “¡No te fíes, que tú eres muy bobo,
muy ingenuo, que te la meterá cruzada! Que tú estás acostumbrado las ovejas y
no te dan ningún mal, y a cazar conejos _de monte_, pero que este se las sabe
todas, que te liará y te va a dejar contento. Hazme caso, que menudo pájaro
está hecho”. ¿Me hizo caso? ¡Más tonto que Pichote! _Tengo que apretar los
dientes para contener mi rabia porque lo que más me jode es que su padre se
quedara conforme: ¡Cómo si dos caballos –con el baile de san Vito_, por mucho
que corrieran incluso por encima del agua, valieran lo que vale Gani! ¡Ni toda
la juventud del mundo con su eterna inmortalidad, hombre!_.
Además, que no, que este tipo no me gusta, que no es justo, que se mueve
por lo que sienten sus huevos y lo que ven sus ojos, que es un superficial. Y,
encima, un egoísta, que es lo mejor que puede ser después de ser un asesino, un
zoofilico, un parricida, un infanticida, un
suplantador de identidad, un mafioso… Y, además, de tan listo es tonto
perdido. ¡Pues no es Hera, con lo espabilada que es ella, quien enterada de los
líos de su marido y hermano, ¡manda huevis!, con la pobre Sémele, aturulla a la
pobre para que le exija al gilipichi de Zeus una prueba de quien es; y éste,
tonto perdido, porque no se puede ser más tonto, se presenta ante su amante
envuelto en rayos! ¿Qué pretendía Zeus? ¿Hacer un huevo frito? ¡Abrasó a la
pobre chica! ¡Qué no! ¡Qué me saca del mundo!
Yo voy a ser como Atenea –con dos bemoles_ más virgen que casta y más
pura que blanca. No me va a vencer en esta guerra. Permaneceré invicta y no voy
a tener ningún amante. ¡Pero sólo en eso, eh!
¡Y que no, hombre! ¡Que al final una no va a saber quién es! ¡Que al
final resulta que todos somos primos hermanos! ¡Que paso yo de esta comedia! ¡Con viento fresco, chaval!
Este texto tiene más de cuatro años y era para un concurso de humor erótico en el que no quedé nada mal pero tampoco gané.