Fotografía autoría de Neogéminis |
Sobre la hierba mojada, mis pies se posaban doloridos después de la caminata. Al fondo, entre la frondosidad del bosque que la rodea, al alcance de mis ojos, se encontraba la mansión. Me sentí tranquila porque aquí la noche se vence enseguida y las sombras dibujan demasiados fantasmas que juegan en la mente como ratones en las tripas de una calabaza. Escuché el ruido del motor de un vehículo. Me inquieté. Se detuvo a mi lado. Desde el interior, asomó el medio cuerpo de un hombre bien vestido. Tras sus anteojos, una mirada oscura. Dura. Su voz fue como una bofetada que te viene de no se sabe dónde.
—¿Puedo ayudarla, señorita?
Mi intuición me decía que no debía subir a su coche pero quedaba todavía un buen tramo. Y por ahí ya no pasaría nadie que pudiera ayudarme. El suelo estaba mojado y complicado. Mi equipaje pesaba. Yo estaba cansada. Forcé una sonrisa que no fue correspondida.
—Discúlpeme, pero no deseo molestar.
—No es molestia. Me imagino que se dirige a la mansión. Puedo llevarla. No tema. Soy de sobras conocido.
Aguardé unos segundos. Parecieron una eternidad ante la parsimonia del hombre. Respiré hondo mientras ante mis ojos pasaron un sin fin de escenas. Ninguna buena. El hombre salió del vehículo. Se veían elegantes los dos. No esperó mi respuesta. Tomó mis dos maletas poco ajadas pero pasadas de moda. Me abrió la puerta del otro lado. Me temblaba todo el cuerpo y no tuve tiempo para pensar. Tendió su mano y subí.
—¿Qué le lleva a la mansión, señorita?
—Me han recomendado para un puesto de trabajo. Llevo mi documentos para entregárselos al ama de llaves, la señora Martin. ¿La conoce?
—No sabía que hubiera un puesto libre. ¿Para qué es el puesto? —inquirió mientras el vehículo se ponía en marcha y las primeras luces arreboladas de la tarde emergían en el cielo.
—Sé que tiene que ver con la biblioteca privada pero no tengo más datos. ¿Vive usted en la mansión?
—¿Cómo se llama? —preguntó, eludiendo mi pregunta. Otra pregunta más.
—Margara, señor. Margara Wolf. ¿Y usted? Disculpe mi atrevimiento.
—No se preocupe. Mi nombre es Eduard. —Pensé que en ese momento me miraría pero me equivoqué. No volvería a ver la oscuridad de sus ojos hasta que detuvo el coche ante la puerta principal de la mansión, a la que acudieron algunos sirvientes. Me miraron extrañados. No menos de lo que estaba yo.—. ¿Puede entregarme sus informes, señorita Wolf? Les echaré un vistazo y la haré llamar —dijo, mirando hacia uno de los sirvientes—. Dile la señora Martin que atienda a la señorita.
—Como usted ordene, señor.
A duras penas conseguí controlar el temblor de mi mano al entregarle el sobre. Entonces pude ver su mirada y el dibujo de una sonrisa en su boca.
Estas letras forman parte de la convocatoria para este jueves planteada por Moni en su blog "Neogéminis": Historias detrás de una fotografía.