Me tienta la noche, pero el sueño parece desvanecerse. El marco de la ventana abierta es un lienzo oscuro donde se perfilan mis pensamientos. Diego me ama a su manera y, sin embargo, creo que le quiero, a la mía; le quiero como a las flores que adornan mis cabellos. Pero este dolor, este tormento... ¿acaso me va a perseguir hasta allá donde la eternidad se convierte en el sueño infinito? Deseo cerrar los ojos, desaparecer, vivir en una de mis pinceladas, reconocerme, sentirme..., volver a ser.
Me pierdo en la fragancia nocturna, en el rumor de la gente que ve pasar la vida al arrullo de una luna que los contempla indiferente mientras el aroma de tamales y tequila nos envuelve.
Mi vida en un sueño, un lienzo eterno donde la vida y el arte convergen, donde la luz se acompasa con la oscuridad y ambas danzan embriagándome de nostalgia.
Mis parpados se cierran lentamente, y me encuentro en un rincón de la creación. Un cielo estrellado me recibe con esa amalgama extraña que solo en los sueños menos lúcidos puede darse: Amarillos y azules, como el trigo y el mar.
Se acerca. Puedo vislumbrarlo entre los destellos.
—Vincent, ¿te has perdido en mi universo de sueños? —pregunto, y su voz es un canto celestial. Es mi alma quien reconoce a la suya.
—Pensé que eras tú quien lo había hecho. —Y tomándome de la mano, me invita a bailar en su maravilloso cosmos pictórico.
Estrellas, soles, lunas, girasoles, reflejos de nuestros anhelos compartidos. Este sueño es una realidad. La suya y la mía. Este lienzo etéreo se llena de luz. Enredo mi menudas manos en el cobre de sus cabellos y su barba, como un cuchillo ralo, dibuja mi rostro con una caricia. Mis ojos son la oscuridad de su noche. Los suyos, el azul de mis mares lejanos.
Su dolor, su amargura, su tristeza... se diluyen en la orilla. Mi dolor, mi amargura, mi tristeza, como un collar de espinas envuelto en terciopelo, se pierden en el fulgor de un abrazo que huele a lirios y se vuelve puro como un almendro en flor.
No quiero despertar. Aprieto mis párpados. Quiero vivir. Quiero seguir soñando en este rincón donde nuestras almas se entrelazan y donde no soy un ciervo herido ocultando sus heridas.
Fragmento de la pintura al óleo conocida como El sueño o La cama / Frida Khalo / 1940 |
Este texto (386 palabras) es mi aportación a la convocatoria juevera de esta semana. Las remarcaciones en cursiva hacen referencia a obras tanto de una como de otro.
Picando en la imagen puedes ir, si deseas, tanto a su explicación como al listado de participantes.