Gabardiella se llama ella.
Gratal, él.
Y su amor nació cuando la tierra todavía se elevaba y la magia de los dioses formaban las cumbres y los riscos, las planicies, los verdes valles y las nieves... Y, entre esas montañas, mientras Gratal dejaba sus huellas al caer del sol, sus "ojos" se abrieron al verla a ella. La mortal más hermosa que aquellos habían visto. Y en ese mismo momento, supo que la amaría para siempre. Deseábase su amor y digno de él hacerse. Y ella, así lo vio. No le fue fácil al zagal pues Gabardiella presta estaba pero mal vistos eran estos amoríos por el ignorante Gabardón, padre de la mozuela, pues Gratal, a parte de ser un manguán de poco porvenir, representaba la vejez y la muerte pues con creces los años de la joven pasaba, y mas nada en común tenían que el hermoso macizo en el que vivían.
Continuas eran las disputas entre padre e hija por cuestiones éstas mientras los amantes vivían su historia hasta que un día, a la amanecida, el intolerante Gabardón, en busca de su amigo Guara fue, arrogante poco pocos y gigante como un mallo. Y, entre ambos, el modo de truncar aquel enamoramiento arguciaron, sin importarles el sentimiento que entre los amantes existía, tan fuerte como las rocas, tan limpio como el cielo de noches estrelladas y tan intenso como el sol.
De este modo, la artimaña se planeó, y bajo órdenes de Gabardón, Guara su cayado tomó y, con la fuerza de un dios, de golpe seco, el macizo montañoso partió de modo que los dos amantes para siempre separados quedaran. Y en aquella brecha, de las lágrimas derramadas de la triste Gabardiella, las aguas del río Flumen nacieron y corren hoy a la foz del Salto de Roldan, convirtiéndose ella en tozal para la eternidad.
Pero antes de que los dioses en monte solitario lo erigieran, Gratal, vencido de dolor, venganza clamó en nombre de ese amor y, ganado ya el ocaso de ese mismo día, mientras Guara, el gigante, plácidamente dormía, su propio picacho en el corazón no dudó clavarle y de él empezaron a desprenderse trozos de piedra, por la frialdad de ese corazón, que cayeron por la ladera del pico, formando Las Pedreras.
Y así, en esa postura, petrificado permanecerá para siempre el gigante Guara.
Ahí, tumbado, mirando al cielo, visto puede ser.
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Si os fijáis bien, dado que la calidad de la imagen no es buena, veréis en la sombra del ocaso, la figura yaciente y petrificada de Guara. Se distingue claramente, entrando en la ciudad por el este y por el oeste. De izquierda a derecha. la cabeza, donde se ve la nariz y la forma de la boca abierta. Se le denomina Fraginete. Le sigue el pecho, llamado Pico de Guara, con los brazos y las manos descansando en el regazo, el faldón de la casaca, ligeramente levantado, y las piernas, conocida esa parte como el Cabezón de Guara, curiosamente.
Sierra de Guara. Huesca. España.
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El texto de este jueves nos lleva a un tiempo de mitos y leyendas de la tierra, en este caso es una de la mía. Parte de esta sierra, aunque por el lado del este, es la que yo veo desde mi casa.
Viene a colación del reto marcado por H. (Perla Gris), Haydée, para mí siempre, en su blog, "et lux in tenebris lucet" al que animo a visitar como hago siempre con l@s anfitriones y l@s participantes.
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