Personajes fuera de su ubicación original
Despertaba bajo la tenue del amanecer. Un cielo invadido de estrellas se tornaba tornasolado de arreboles ante la espesura de su mirada. Un poco de leche de camella, unos dátiles y un té cargado eran sus primeros bocados antes de empezar su tarea: Entrenar con los hombres en el arte de la lucha.
Se había unido a un grupo de guerreros imuhars cabalgando bajo el impertérrito sol de aṣ-Ṣaḥrā. Ello le había permitido dormir resguardado en la comodidad de una haima y disfrutar de la salvaguarda del imajaghan.
Se encontraba a gusto entre ellos. Disfrutaba de sus charlas y aprendía estrategias. Él les hablaba de sus luchas, de sus conquistas, de haber estado bajo la tutela y al servicio de un rey árabe del que aprendió costumbres e idioma antes de decidir partir hacia África y adentrarse en la aventura de encontrarse a sí mismo.
Alguien lo había llamado Ghiyah, el que protege y socorre a quién necesita.
Aquella atardecida, Ayur se encontraba con su pequeño rebaño de cabras a la orilla de aquel vergel a la sombra de un pequeño poblado. Un par de jóvenes ociosos se fijaron en ella, acosándola y haciendo que su ganado se desperdigará. Montado en su Babieca —que también empezaba a asimilar que los días eran como las sofocantes e irritantes jornadas de pleno estío en plena batalla; y las noches, como las largas oscuridades de invierno en Castilla o en las altas tierras de las taifas— llegó Rodrigo a socorrer a la joven que, agradecida, quiso que su padre le conociera y así reconocerle el gesto.
Otros, Ayham, el hombre valiente y con coraje. Así lo nombraron después de presentar batalla ante un grupo de asaltantes que violentaba a una reducida recua de comerciantes que se viajaba hacia el este. No dudó en desviarse de su camino hasta dejarla a salvo.
Había pasado demasiado tiempo desde que abandonara por primera y última vez la taifa de Saragusta. Ya nadie le llamaba por su nombre. Rodrigo quedaba como el resquicio de un recuerdo que se apagaba del mismo modo que se caían las arenas del desierto entre sus dedos.
Ya no era el adalid de su mesnada. Ahora era un imuhar. Un guerrero azul. Y como tal era aceptado en la tribu. Su nombre Mâher el experimentado, el Cid.*
Este es mi aporte para la convocatoria que hace Dorotea desde su blog "Lazos y Raíces" donde ya sabéis que podéis ver otras ideas acerca de esta curiosa propuesta donde un personaje conocido es sacado fuera de su contexto.
Se encontraba a gusto entre ellos. Disfrutaba de sus charlas y aprendía estrategias. Él les hablaba de sus luchas, de sus conquistas, de haber estado bajo la tutela y al servicio de un rey árabe del que aprendió costumbres e idioma antes de decidir partir hacia África y adentrarse en la aventura de encontrarse a sí mismo.
Alguien lo había llamado Ghiyah, el que protege y socorre a quién necesita.
Aquella atardecida, Ayur se encontraba con su pequeño rebaño de cabras a la orilla de aquel vergel a la sombra de un pequeño poblado. Un par de jóvenes ociosos se fijaron en ella, acosándola y haciendo que su ganado se desperdigará. Montado en su Babieca —que también empezaba a asimilar que los días eran como las sofocantes e irritantes jornadas de pleno estío en plena batalla; y las noches, como las largas oscuridades de invierno en Castilla o en las altas tierras de las taifas— llegó Rodrigo a socorrer a la joven que, agradecida, quiso que su padre le conociera y así reconocerle el gesto.
Otros, Ayham, el hombre valiente y con coraje. Así lo nombraron después de presentar batalla ante un grupo de asaltantes que violentaba a una reducida recua de comerciantes que se viajaba hacia el este. No dudó en desviarse de su camino hasta dejarla a salvo.
Había pasado demasiado tiempo desde que abandonara por primera y última vez la taifa de Saragusta. Ya nadie le llamaba por su nombre. Rodrigo quedaba como el resquicio de un recuerdo que se apagaba del mismo modo que se caían las arenas del desierto entre sus dedos.
Ya no era el adalid de su mesnada. Ahora era un imuhar. Un guerrero azul. Y como tal era aceptado en la tribu. Su nombre Mâher el experimentado, el Cid.*
Tuaregs = Imuhars La palabra cid (hombre fuerte y valeroso) viene del árabe سيد (sayyid = señor). Puede darse también como sid o sidi. |
Al mismísimo Cid le hubiera encantado habitar en en ese contexto tan particular, hasta con dama a la que proteger. Has hecho un trabajo genial, te llevas a un personaje fuera de su lugar pero no lejos de su idiosincrasia. Abrazucos
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Ester. La verdad es que me he sentido cómoda escribiéndolo y tengo la sensación de que a él no le hubiera disgustado sentirse ahí.
EliminarUn besomuy grande.
Pues ese Cid campeador sigue campando a su antojo, parece ser. Muy buena la entrada, con ese escenario desértico, y más de agradecer los datos que ofreces sobre los nombres.
ResponderEliminarUn abrazo y por un jueves con historias, mezclas o solitas, que nos hagan sonreír y pensar
Siempre me ha gustado lo moruno. Debe ser que corre por la sangre después de todo. Y, aunque no se trataba de hacer una tesis sobre los nombres, he sentido vocación por saber los orígenes así que me han venido como anillo al dedo para la historia.
EliminarMuchísimas gracias por tus palabras, Albada.
Un beso muy gordo.
Amiga, hemos coincidido en personaje pero no en lugar ajjaaj, vamos que le estamos dando un buen paseo por el mundo a este gran personaje .
ResponderEliminarMe ha gustado mucho donde te lo has llevado y lo bien que lo has explicado , gracias por ello .Un fuerte abrazo y sigamos imaginando secuencias donde poder dejarle descansar ..
¡Sí! jajajaja
EliminarLo he y me ha hecho ilusión. Además, hemos coincidido mucho. Yo a pleno sol por esos mundo de arena y tú sin ella, a pleno pulmón por las estrellas. Ha sido una bonita coincidencia.
Mil gracias, Campi.
Un beso enorme.
Los tuareg son una comunidad que siempre me gustó y llamó mi atención desde niña. Mi querida Mag... Con esta historia no solo has inmortalizado a nuestro Cid... También a esos
ResponderEliminarHombres azules del desierto.
Me he encantado, lo he visualizado como si estuviera allí.
Mil besitos con todo mi cariño y feliz día ❤️
A mi también, mucho y siempre, Auro. Incluso tengo un poema por ahí de una mujer azul del desierto. Muy bonito, creo. La cultura árabe es muy rica y de hecho, pues tenemos mucho de ella, por suerte.
EliminarUn placer que te haya encantado.
Un beso muy grande.
Pobre Rodrigo de Vivar, del Norte de España al Levante y de ahí lo ha mandado al desierto lejos de su corderos lechales y vino .
ResponderEliminarMe ha recordado un poco a Lawrence de Arabia
Muy chulo y chula
besos
S
Ahí también hay corderos, Siciality :-) y bueno, a falta de vino habrá otras cosas.
EliminarPodría ser por el desierto y por los guerreros pero yo me he ido a los tuaregs, que me encantan:-)
Gracias por tus palabras y un beso.
Por lo menos, Rodrigo no usaría en el calor del Desierto su armadura, supongo.
ResponderEliminarNo quisiera ni imaginarme lo que seria hervir dentro de ella.
Me encantó tu relato y toda la ambientación de que lo dotas.
Donde quiera que esté, el Cid, siempre es el Cid Campeador.
Besos, Mag
La primera imagen que me vino precisamente esa pero no, yo lo veo, todo vestidito de azul :-9) con su impronta sobre las arenas del desierto.
EliminarSiempre he pensado en cómo podían soportar aquel calor bajo las armaduras o aquel frío medio desnudos.
Un beso enorme, Myr, y mil gracias siempre
Casi parece un personaje habituado a ese contexto en que lo pones, quiero decir que no resulta ajeno al paisaje que lo trasladas. Un muy buen relato, y una mirada distinta al Cid Campeador.
ResponderEliminarBeso dulce Mi Estimada Magda.
Bien sabes, Mi Estimado Dulce, que el desierto y todo lo que envuelve todo eso es como una marca en mi alma y me siento muy a gusto describiendo esas cosas. La Edad Media también es algo que me agrada. En este caso se ha juntado el hambre con las ganas de comer y ha sido un placer.
EliminarMuchísimas gracias.
Un beso, Mi Estimado Dulce.
Siguiendo sus pasos también yo ha viajado por el desierto y me han dado otro nombre en cada oasis que visité. Qué interesante es tu narración! Gracias por participar y un abrazo
ResponderEliminarEmpieza a ser muy conocido este hombre :-)
EliminarMuchas gracias por tus palabras, Dorotea, y ha sido un placer poder participar.
Un beso.
Me ha encantado la ambientación que has dado a tu relato, he de decirte que soy una enamorada de los Tuareg y todo lo relacionado con su mundo. En tu relato le has colado de rondón nada más y nada menos que al Cid y lo curioso es que parece cómodo.
ResponderEliminarEres una genia.
Bueno, mira, Tracy, me satisface hacerte ese guiño.
ResponderEliminarMe da que se siente cómodo porque me siento yo cómoda. ¡No sabes el arte que tengo yo para manejar la kabila! Es broma.
Un placer, sin duda alguna.
Muchísimas gracias por acercarte y dejar tu presencia.
Un beso enorme.
Un erudito aporte nos has regalado Mag, exquisitamente bordado com tus palabras. Un abrazo
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Moni. Un viaje más que hemos realizado en compañía, disfrutando de las letras.
EliminarUn beso enorme.
Muy chulo el relato. Me encanta cómo manejas el vocabulario relacionado con lo árabe...
ResponderEliminarUn beso aprendiz.
Muchísimas gracias, Eva. Un placer tenerte por estos lares.
EliminarSiempre me he sentido muy cómoda con mi alma moruna. Igual es por eso.
Un beso enorme :-) Feliz tarde.
Parece que se adaptó muy bien tu Cid al desierto.
ResponderEliminarBss.
Como si hubiera estado toda la vida.
EliminarUn besito y gracias por venir.
(Me voy poniendo al día...)
ResponderEliminarWow, me encantó tu relato. Siempre me ha dado la impresión de que sabes muchísimo de Historia, Mag, y en particular del mundo árabe. ¡Es una preciosidad poder aprender pequeños detalles gracias a ti!
Conozco bien Saragusta ;)
Un besazo
Agradezco tu presencia y tus palabras. Las he leído todas pero no te agobies. Ya te he dicho que no es preciso llegar a todo. A mí me pasa pero, en serio, agradecida de corazón.
EliminarNo creas que sé tanto pero disimulo bien. De lo árabe sí, de eso controlo algo más. En su día hasta estudié árabe. Ahora solo sé cuatro cosas y tres meto la pata pero de sus tradiciones ancestrales, peco de vanidad pero es real, incluso sé cosas que muchos de ellos no saben.
Bueno, que me lío sola.
¿Conoces bien Saragusta? No me digas que eres saragustiense :-) :-)
Un beso muy grande.
Si es real, no es vanidad, sino honestidad ;)
EliminarMe alegro de que sepas tanto; vuelvo a decírtelo, transmites mucha sabiduría en tus textos.
Sí, lo soy :3
Un besazo
Me encanta :-) Somos paisanas. Yo para el norte.
EliminarUn beso muy grande :-)