Era mi última mañana antes de hacer efectiva mi renuncia «voluntaria» a mi puesto de trabajo. Tenía algunos pendientes por hacer, informes y tonterías que había dejado para el final. Estaba ya a punto de irme pero me distraje charlando con unos colegas cuando la vi entrar de nuevo en la biblioteca. No había ido por ahí en algunas semanas y debió de haber estado en tres o cuatro ocasiones anteriores.
A su paso siempre el silencio se había rebelado. Su forma de vestir era, tal vez, demasiado provocativa. Y sobre sus altos tacones, emergían unas largas piernas que despistaban a cualquiera. Su voz era suave, envuelta en un susurro que silbaba en el oído. Cada vez que venía, observaba todo con la misma avidez y curiosidad de una primera ocasión. Me daba la sensación de estar buscando algo en concreto o esperando a alguien. En realidad, nunca lo supe... Hasta entonces.
Ese día entró acalorada, con cierto nerviosismo, algo extraño en ella que siempre mostraba una fría calma. Vino directa hacia mí y, tras un saludo liviano, me preguntó directamente por la antigua cripta, una especie de cámara acorazada donde se guardaba lo más sagrado.
—... Es tema de vida o muerte. Tengo que entrar. No me mires así, sé que existe... Mi abuelo fue encargado mayor de la biblioteca por lo que no puedes hallar excusa.
No hacía falta decir nada para que ella entendiera que lo que me estaba diciendo caía en saco roto. No era difícil conocer detalles de la Biblioteca y menos nombres, pero sí hubo un dato que solo unos pocos podían saberlo. Sabía de la nueva puerta. La anterior había sido clausurada.
—¡Por favor! ¡Los carabinieri están al caer y ahí hay algo que puede salvarme la vida! Te daré todas las explicaciones que precises pero, por favor, necesito entrar —dijo, echando la mano sobre el mostrador para abrir el puño y dejar a la vista una pequeña llave que reconocí al instante.
Entonces, no dudé. Iba a acompañarle pero se negó. No deseaba ponerme en peligro. Guardé la llave en mi bolsillo pequeño del pantalón. Me temblaban las manos. Aquella llave... Mi abuelo me había dado una igual. Supe que ella y yo teníamos algo en común.
—La guerra lo destruye todo, solo se salvará lo que libreros como yo consigamos esconder a los militares. Matan a los ilustrados para que los iletrados afines a sus intereses parezcan inteligentes. Como premio a sus favores, les ofrecen puestos de trabajo, aunque no valoren nuestro patrimonio.
Una semana después, antes de partir en avión a Estados Unidos y después de mandar los informes que ayudarían a los aliados a empezar a ganar esa guerra, pasé por la puerta de la biblioteca. Dos guardias uniformados hacían guardia en ella. No sabrán nunca lo mágicos que son esos templos de libros y de historias. Al cruzar la calle, un coche casi me atropella. Ella, desde el interior, me sonrió.
A su paso siempre el silencio se había rebelado. Su forma de vestir era, tal vez, demasiado provocativa. Y sobre sus altos tacones, emergían unas largas piernas que despistaban a cualquiera. Su voz era suave, envuelta en un susurro que silbaba en el oído. Cada vez que venía, observaba todo con la misma avidez y curiosidad de una primera ocasión. Me daba la sensación de estar buscando algo en concreto o esperando a alguien. En realidad, nunca lo supe... Hasta entonces.
Ese día entró acalorada, con cierto nerviosismo, algo extraño en ella que siempre mostraba una fría calma. Vino directa hacia mí y, tras un saludo liviano, me preguntó directamente por la antigua cripta, una especie de cámara acorazada donde se guardaba lo más sagrado.
—... Es tema de vida o muerte. Tengo que entrar. No me mires así, sé que existe... Mi abuelo fue encargado mayor de la biblioteca por lo que no puedes hallar excusa.
No hacía falta decir nada para que ella entendiera que lo que me estaba diciendo caía en saco roto. No era difícil conocer detalles de la Biblioteca y menos nombres, pero sí hubo un dato que solo unos pocos podían saberlo. Sabía de la nueva puerta. La anterior había sido clausurada.
—¡Por favor! ¡Los carabinieri están al caer y ahí hay algo que puede salvarme la vida! Te daré todas las explicaciones que precises pero, por favor, necesito entrar —dijo, echando la mano sobre el mostrador para abrir el puño y dejar a la vista una pequeña llave que reconocí al instante.
Entonces, no dudé. Iba a acompañarle pero se negó. No deseaba ponerme en peligro. Guardé la llave en mi bolsillo pequeño del pantalón. Me temblaban las manos. Aquella llave... Mi abuelo me había dado una igual. Supe que ella y yo teníamos algo en común.
—La guerra lo destruye todo, solo se salvará lo que libreros como yo consigamos esconder a los militares. Matan a los ilustrados para que los iletrados afines a sus intereses parezcan inteligentes. Como premio a sus favores, les ofrecen puestos de trabajo, aunque no valoren nuestro patrimonio.
Una semana después, antes de partir en avión a Estados Unidos y después de mandar los informes que ayudarían a los aliados a empezar a ganar esa guerra, pasé por la puerta de la biblioteca. Dos guardias uniformados hacían guardia en ella. No sabrán nunca lo mágicos que son esos templos de libros y de historias. Al cruzar la calle, un coche casi me atropella. Ella, desde el interior, me sonrió.
Gracias, Gin, una vez más. |
Que historia mas emocionante, todo lo relacionado con libros lo es y añadir una época convulsa y una cripta es la base de lo que podría ser una gran novela. Aplausos y abrazucos
ResponderEliminarGracias, Ester, pero creo que ya casi todo está escrito aunque cada uno tiene su forma de expresarse y su perspectiva por lo que dos historias pueden ser similares pero no iguales, a no ser que sea copia...
EliminarTe agradezco mucho la visita y me haces sonreír.
Un besazo.
Tienes un don para relatar tan detalladamente pero a la vez fluido.
ResponderEliminarUn saludo.
Gracias, Né, a veces creo que me pierdo en los detalles, eso hace que nunca encuentre dónde abreviar...
EliminarUn beso.
Ha sido una historia apasionante, me ha gustado la calidad descriptiva de los personajes. Que tengas un estupendo fin de semana ��
ResponderEliminarTe leo un poquito tarde, casi que estoy en el siguiente fin de semana pero agradecida por tus palabras y por la visita, y, sobre todo, por el apunte sobre los personajes.
EliminarUn beso.
Me ha gustado el relato y llegar al final y ver esa deslumbrante sonrisa es un magnífico premio.
ResponderEliminarBesos.
Una sonrisa así es un mensaje directo a... Ahí lo dejo.
EliminarGracias por la visita.
Besis.
Donde menos te imaginas que encuentras personas que no son lo que aparecen. Este relato esta intrigante con una buena dosis de misterio. Besos amiga y te salio un verano super interesante .
ResponderEliminarGracias, Campi. ¡Menudo verano, ya tengo ganas de que acabe!
EliminarMe alegra que te haya gustado el elato y sí, personas curiosas las hay en todas partes, solo hay que dar con ellas.
Un beso muy grande.
No hay mejor llave que la belleza enmarcada en una sonrisa. Tu muy buen relato lo confirma.
ResponderEliminarBeso dulce Mi Estimada Magda y dulce fin de semana.
Mil gracias, Dulce.
EliminarMe costó un poco pero lo acabé a su tiempo.
Un beso, Mi Estimado Dulce.
Un placer volverlo a disfrutar, Mag querida. Adentrarme en ese misterio y saborear el ambiente creado. Ay, las guerras si supieran, pero la ceguedad el tal que lo impide. Te felicito una vez más.
ResponderEliminarMil besitos con mucho cariño y muy felices sueños ♥
Mi querida Auro, quedaban algunso espacios en blanco para ir rellenando pero ya sabes, esta vez tenía que dar la historia así, como inconclusa, esa sonrisa final, esa chica...
EliminarMuchísimas gracias, Auro.
Un beso muy grande y mi cariño.
Tu. Creatividad impacta, que relato lleno de fantasía y originalidad, me encanto Mag. Se feliz
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Jorge, se hace lo que se puede y, a veces, sale bien.
EliminarMe alegra que te haya gustado.
Tú también sé feliz y te dejo un beso enorme.
Una historia sensual, misteriosa y llena de acción. Me encantaría saber más de los personajes, sin duda da para una película ;)
ResponderEliminarUn besazo enorme tanto para ti como para Ginebra por sus proyectos
Soy de historias inconclusas, Dafne. El día que siga con todas las que pueden ser una novela, me va a faltar vida pero alguna se acabará :-)
EliminarMil gracias...
Un beso muy grande.
Que relato tan inspirado que escribiste.
ResponderEliminarBesos con admiración.
Gracias, Demi.
EliminarUn beso grande y feliz fin de semana.
ResponderEliminarEs tan novelesca como real esta bonita historia, con esa mezcla de suspense y nostalgia.
Como tantas veces nos recuerda la historia de todos los pueblos.
Me ha encantado.
Un placer leerte siempre.
Besos
Seguro que forma parte de alguna realidad, solo cambiará, en todo caso, el escenario o el enigma...
EliminarMil gracias por tu comentario.
Un beso muy grande, Charly.
Hola, Mag
ResponderEliminarEs un relato corto pero intenso. Muy enigmático que pronto adopta mucha intriga y que me fue atrapando hasta el final. Quienes serán los carabinieri? Me gustó la narración al estilo de espionaje.
Un abrazo!
¡Y aún así me pasé de palabras, como siempre!, aunque Gin no pone límite pero nada de abreviar que se me da fatal :-)
EliminarPuse carabinieri pero nada bueno anuncian, la verdad.
Muchísimas gracias, Yessy.
Un beso.
Cuando un relato te dan ganas de más es que es bueno... y ellas dos se lo merecen creo... saludos!
ResponderEliminarSeguro que sí, JLO.
EliminarGracias por la visita y por las palabras.
Un beso.
Te he leído dos veces y en ambas disfruté mucho y me quedo con ganas de seguir leyendo, se me hizo breve. Antes no pude comentarte.(Tuve una semana muy llena de cosas) pero ahora se normalizan las cosas.
ResponderEliminarMe gustó mucho, como te dije, este texto que ubico durante la Segunda Guerra mundial
y para mi los cerdos que matan a los ilustrados son los Nazis, símbolo del poder totalitario y ruin, aplicable a cualquier dictadura.
He visto las propuestas de Ginebra Blond y me parecen muy interesantes.
Ojalá pueda sumarme a alguna de las próximas.
Además quería agradecerte mucho tu último comentario en casa.
Soy muy curiosa, me gusta leer, aprender y compartir. Trato de variar los temas
en mi blog, para no aburrir a mis lectores. Y no pretendo dar cátedra, sólo compartir
a quien interese. Me aterra ser "pesada". Ya bastante con los kilos de más que cargo.
Curiosamente hablas de mi vocación docente y me llamó la atención,
porque mi hija dijo algo similar referido a mi interacción con la más pequeña de sus hijas, en este tiempo que tuvieron colegio en casa. En Suecia impartí algunas clases en un Instituto. En Argentina lo hice durante dos semestres en la Facultad de Psicología y en Israel, los dos primeros años allá, impartí clases particulares de Español. Y esta es toda mi experiencia docente. O sea que poco y nada (pero como me pasé la vida estudiando, quizás se me haya pegado algo de mis maestros o profesores). Ahora sé que debería haberme dedicado a ello. Lo tendré en cuenta para mi próxima vida jajajaja, porque pienso volver y así no pierdo dando vueltas jajaja.
Besotes, Mag
Myr, me haces sonreír con tus ocurrencias. Uno no precisa tener el título de maestro para serlo. La vida y su curiosidad son alicientes perfectos para el saber que no ocupa lugar. Tienes en don de transmitir y de hacer amenos temas que, si no gustan, pueden resultar tediosos pero siempre es un placer leerte porque yo siempre aprendo algo o recuerdo algo.
ResponderEliminarY lo de los retos de Gin, como tu veas, son mensuales así que tiempo da, a no ser que te pase como a mí y llegues con la misa de ocho :-9 o en el tren de las tres. Te animo si ahora van más ligera.
Tampoco he llegado yo a todo. Se me ha liado el tiempo y los trabajos, y situaciones personales que hay que atender, por lo que como esto debe ser siempre una devoción y no una obligación, poco a poco, un paso a la vez.
A ver si coincidimos en la otra vida, Myr. Te buscaré.
Te dejo un beso muy grande y gracias infinitas.