La mentira
[23 de septiembre de 2021]
De pequeños nos dicen que no podemos decir mentiras, que eso está mal pero aprendemos pronto a mentir porque nos es útil. Conforme vamos creciendo nuestra técnica va mejorando conscientes de sus consecuencias. Las mentiras hieren tanto o más que la verdad pero no es un tema de moralidad sino de necesidad, de credibilidad, de confianza. Una verdad también puede ser una mentira en tanto en cuanto la distorsionemos, es lo que llamamos una verdad selectiva.
Hay mentirosos compulsivos cuya vida es una sarta de auténticas mentiras a conciencia. Mentirosos que, llevados por una fe más o menos ciega en otro, la trasladan a terceros al nivel de verdad —esto estaría, al vez, a la altura del rumor—... Y la más triste de todas, la mentira a uno mismo, una de las mayores trampas de la mente.
San Agustín estableció un decálogo de ocho mentiras. Santo Tomás de Aquino, tres, “locutio contra mentem”, aquello contrario a lo que la mente piensa, encajándolas dentro de los pecados veniales o mortales, como la calumnia.
Ahora, elegiremos nosotros la nuestra: Nuestra mentira. La que nos salvó, la que nos permitió avanzar, la que puso a los pies de los caballos a otro... o a nosotros mismos —por ende, nuestro personaje—. Hay tantas mentiras como individuos. O bien, tratamos la mentira como una canción infantil sin más interés que una concatenación de imposibles.
Podéis dejarme los enlaces de vuestras aportaciones aquí y el jueves iré confeccionando, en esta misma entrada, la lista de participantes. La imagen que apoye vuestro texto puede ser esta o la que vosotros consideréis más oportuna.
Muchísimas gracias por vuestra atención y agradezco de antemano vuestra colaboración.
Sed felices.
Besos y abrazos.
PARTICIPANTES