24 de mayo de 2022

Fe...

Después de tantos años regresaba a mi tierra con una emoción desmedida. El tiempo había hecho mella en mí, no así en mi instinto. Tampoco en mi devoción. La lluvia no me había abandonado desde que dejé atrás la puerta de mi convento en el que mi padre me dejó siendo yo un niño. Una mejor vida. No fue mala.

Embadurnado de barro hasta las rodillas, atravesé la frontera. Incluso la nieve parecía diferente. Pisar la tierra que me vio nacer produjo en mí un pálpito especial. Las primeras nieves se habían adelantado. Tal vez debería haber optado por emprender camino en primavera, pero los acontecimientos habían demorado mi viaje hasta entrado el otoño.

Mis huellas se iban marcando en el sendero que yo mismo abría. No me había encontrado con nadie pese a ser una ruta segura para los peregrinos que querían llegar a Santiago. Además, no muy lejos de ahí estaba el hospital de Santa Cristina de Somport, obligado refugio para caminantes. La única compañía era mi propio silencio mezclado con la algarabía de mis pensamientos, mi cuaderno y mis lápices, y la biblia que me había entregado el padre Pierre como la mejor de sus reliquias. Las montañas, monstruos de piedra callada, vigilaban mis pasos. De vez en cuando parecían llamarme y el eco retumbaba atronando en mi pecho.

La noche me cogió en tierra de nadie, a medio camino entre la nada y el vacío. Un vacío comulgado de nieve, de lobos que aullaban a la luna o, tal vez, la luna les aullaba a ellos, de bestias nocturnas que acechaban desde la lejanía, sigilosas y amparadas en la nocturnidad. Hacía tanto frío que temí se me congelara el alma. La nieve me rodeó por completo. En mi morral llevaba cuatro palos que no duraron encendidos más de un suspiro  El fuego se fue apagando, como mi poco apetito con pan y queso. Dos tragos de vino me vinieron bien para calentarme el estómago. Embozado en mi ropa y a la salvaguarda en una pequeña abertura en la piedra, pasé la noche más despierto que dormido, rodeado de aquella extraña calma en medio de los aullidos y demás ruidos nocturnos que golpean la mente con miedos mientras la nieve hacía su propio peregrinaje.

Estaba entelerido. No tenía fuerza ni para moverme. Seguir caminando era una auténtica locura que no estaba dispuesto a cometer. Dicen que la muerte en el frío es una muerte dulce porque el corazón se va adormeciendo y con él, lo demás. Empecé a rezar. Primero, el Rosario. Llegó un momento en que no sabía continuar así que me decliné por oraciones cortas: Una retahíla de Padres Nuestros, algún Ave María y, cada dos por tres, un «¡Ay, Dios mío, dame fuerzas para llegar a ver la luz del día!».  Luego ya fue solo un «¡Ay, Dios mío!».

Se me congelaron las pestañas y no sentía la mitad de mi cuerpo. El agua y el frío se habían colado en mi calzado. Había envuelto mis sandalias en pieles, sujetándolas con cuerdas, mas tenía metido el frío por cada poro de mi piel, atravesándola. No sé si fue en vigilia o fue amortecido en algún corto sueño. Si fue fruto del miedo o de aquella gelidez. Solo sé que, en medio de aquel peculiar silencio de la nieve, los lobos dejaron de aullar. Me estremecí entero. Imploré a mi Dios y respiré tan profundo que me dolió. Podía sentir los latidos de mi corazón zarandear mi pecho y resonar haciendo temblar mis costillas. Y dentro de mi profunda oscuridad, donde ya las lágrimas rebasaban mis ojos y se hacían cristales en la vertical de mi nariz, vislumbré el resplandor de un ave abrumando a la oscuridad. Aquella visión era del todo imposible. Una hermosa paloma de pecho blanco aleteaba acercándose hasta mí. Una especie de halo angelical la envolvía e iluminó la noche volviéndola mediodía. Sentí una emoción imposible de explicar, ni aun sintiéndola. No hay palabras en el mundo que puedan albergar explicación alguna. Lloré como un niño. No pude gritar porque las palabras se congelaron en mi garganta. No pude moverme porque el frío había atenazado mi cuerpo y si había habido miedo, ahora me embriagaba un hermoso sentimiento de aliento, de esperanza, de vida.

Se posó a mis pies, en una pequeña roca, confundiéndose con la nieve que todo lo invadía. A veces me llamaban loco y en ese momento, pensé que estaba más loco de lo que pudiera creer… Pero la mano de Dios acarició mi alma y me bañó con su luz dándome la fuerza suficiente, el impulso necesario para volver a ver la luz del día. Amaneció… no sé cuánto después. Me pareció un soplo, o el aleteo de la paloma emprendiendo el vuelo hacia lo alto hasta perderse en la inmensidad del cielo, ahí donde ya no pudo alcanzarla mi vista. Gateé un poco, lo suficiente para salir de la pequeña cueva que había impedido que la nieve me cubriera por completo pero que no me había librado del azote de la ventisca que, en algún momento, surgió como si fuera el aliento helado de aquellos gigantes de piedra. Escuché a lo lejos unas voces. No distinguí qué decían. Era un rumor que el viento traía desde atrás de los pinos. Me brotó un hilo de voz. Mascullé una maldición que ni mil años de penitencia podrían eximir y dos figuras oscuras surgieron ante mis ojos. No recuerdo más que verlas avanzar hacia mí, pisando la nieve que cubría sus rodillas. Me sumí en un profundo letargo y desperté, como un oso en primavera, al sonido de Laudes. Pude asomarme a la ventana. Lo que mis ojos vieron no lo olvidaré jamás: Las montañas nevadas, los pinos soportando el peso de la nieve, la piedra del monasterio, el trajín de los monjes. Y a mi nariz llegó el aroma a caldo de gallina y pan recién hecho. Yo también di gracias a Dios por un nuevo despertar.


Este relato (1000 palabras justas. El límite establecido) es mi presentación al Concurso de relatos Historias del Camino, organizado por Ruritania Editores S.L. (Zenda libros) e Iberdrola, ambientado en la ruta jacobea, en este tiempo o cualquier época. 
Otro requisito es la publicación previa en el blog. Fecha límite: 29 de mayo, 23.59 h.
El 1 de junio se sabrán los resultados.

No he sido seleccionada pero como todos los concursos, los resultados son relativos. El hecho de escribir y montar una historia es un gran reto superado con creces :-)



Cuenta la leyenda que, cuando se iba a fundar (finales del s. XI) el Monasterio Hospital de Santa Cristina de Somport, en Huesca, una paloma blanca, con una cruz de oro en el pico, hizo acto de presencia. Ahí dónde dejó caer la cruz se erigió el impresionante complejo, equiparado, por el mismísimo Códice Calixtino, al de Jerusalen y al del Gran San Bernardo. Los tres mejores hospitales del mundo.

23 de mayo de 2022

Absentia...

El tiempo se diluye entre los frunces de mi piel. En las caricias ausentes se queda tu perfume impregnado y mi boca tiembla en los besos no dados de tus labios. El silencio es una amalgama enrevesada de deseos, una entrega discontinua de pieles y barros, de sin sentidos aletargados... 
La ausencia es ese daño gratuito no falto de detalles y anhelos perdidos en algún pensamiento no correspondido, y se desdibuja en el aleteo de mis dedos en el aire... 
Yo... 
Yo soy... quien se mueve sigilosa entre los vértices opacos de tu mutismo...

Daniel Murtagh

El tiempo se acumula y las semanas pasan. Me apunto a este destiempo con la propuesta de Sindel  desde su blog.

Semana 21, 2022:  El tiempo.
Absentia: Ausencia en latín.

20 de mayo de 2022

Mantis...

Un Jueves, Un Relato
Retos oníricos


Foederis se está convirtiendo en un asunto delicado que he de atajar cuanto antes. Sé que Zarck no estará de acuerdo con mi decisión pero no ha de darme el beneplácito. Somos únicos en nuestra especie. Dos almas gemelas y, al tiempo, antagónicas. Irremediablemente unidas por y para la eternidad, con capacidades que la mente humana jamás logrará alcanzar y comprender. Somos sangre y latido. Carne y fuego. Una especie de hermanos sin consanguinidad alguna compartiendo las dos mitades de una misma alma.

Perdoné la vida de Foederis por ese atisbo de humanidad que me vino de pronto pero, en realidad, la maldad humana estaba clavada en su cerebro. Insolente y retadora, dispuesta a erigirse sobre mi sombra, envuelta en un halo de diosa del deseo, disoluta, desinhibida, con estudiadas armas para atrapar a quien se le antoje, hace que mi bestia se remueva. En ella se va acentuando un carácter psicopático que la está volviendo muy peligrosa.

Cual mantis religiosa, captó la atención de aquel infeliz, envolviéndolo con unos alardes que le hicieron soberano, sin saber que iba a ser devorado por una negra sed de deseo y, a la vez, desproveido de voluntad para ser atravesado con cuchillas, como patas astillosas, de cara al sumo placer de ella. Sin remordimientos, dejaba atrás una estela de crímenes que yo no estaba dispuesta a seguir cubriendo.
Tengo  suficiente con mitigar mi instinto.

Respiro profundo. Todavía me falta un poco para recuperar mi aspecto humano. Aún conservo el sabor a sangre y a carne de un ser que nadie echará de menos. 

Él jamás olvidará la instantánea de verme y perpetuará en su mente como una verdad que no podrá contar porque hay verdades que no se pueden creer. Verdades que no se pueden confirmar. Verdades que son una auténtica locura.
Foederis se ha convertido en mi presa, en otro crimen perfecto, en ese montón de huesos —mi organismo no los admite— perfectamente desprovistos de carne, sin una gota de sangre alrededor, como si nada hubiera pasado porque nadie hallará esos restos escondidos en el inespacio tiempo.

I am your queen / Marco de Wall

Este es mi aporte (346 palabras) para el reto juevero convocado por Demi, basándome en uno de los argumentos expuestos desde su Hurlingham donde podéis leer más argumentos.

16 de mayo de 2022

No fue fácil...

«Cuando las gotas de lluvia comiencen a caer, 
recuerda que tú eres el único que puede llenar el mundo de luz». 
La Cenicienta / Charles Perrault


No fue fácil dejar atrás el silencio y atravesar el túnel que me llevaba a la realidad. Sé que quiero olvidarlo y, de hecho, solo la fuerza de vivir me ha llevado a crear una laguna en medio de cada recuerdo. Cada latido, cada empuje, cada movimiento convulso era un impulso para vivir, pasa saberme dueña y señora de todas mis emociones y realidades, fueran vencidas o ignotas.

Empezó siendo una lágrima, siguieron los pasos, delicados y torpes de una esperanza que trastabillaba.  Después, la serenidad disfrazada en medio de momentos de profunda oscuridad y duro pesar. 
No fue fácil abandonar el sendero que parecía marcado pero era más complicado permanecer en él por más tiempo. 
No fue fácil no mojarse bajo la lluvia, ni evitar pisar la hierba seca del camino. Ni esquivar los golpes invisibles, ni descubrir la mentiras ni resurgir sobre la verdad. Ni navegar sobre aguas encrespadas y hacer frente al viento que unas veces venía de cara, otras de espalda y las demás, racheado. Pero cuando tienes dentro la suficiente luz para ser foco en la oscuridad, para ser timón seguro dentro de la adversidad; cuando dentro de ti fluye la verdad, la confianza, la humildad, la nobleza y un profundo sentimiento del perdón, no hay mar, no hay lluvia, no hay viento, no hay montaña... que no puedas navegar, prevenir, esquivar y subir. No hay losa que no puedas sostener aunque tus brazos se quiebren y tus manos se abran. No hay oscuridad que no puedas atravesar con el brillo de tu alma ni con cada latido de tu corazón dañado ya que solo tú, solo yo, somos los únicos que podemos llenar de luz nuestro mundo porque casi nada es imposible, solo menos fácil.

Hidden  sorrow / Ali Oppy

Este es mi aporte para la propuesta de mayo "No fue fácil..." que promueve Gin desde su blog Variétés para Lovely Bloggers bajo la etiqueta Magade Qamar.







10 de mayo de 2022

Amén...

«El instinto erótico pertenece a la naturaleza original del hombre... 
Está relacionado con la más alta forma de espíritu».
Carl Gustab Jung



No había palabra más callada y claudicada que su amén regurgitando desde sus entrañas. Ni la casulla púrpura rogando su humildad y entrega podía ocultar el dolor que sentía a medio camino entre su pecho y su entrepierna, entre la dicotomía de un Pecado que podía llevarlo al infierno o a la mismísima gloria. Entre sus palabras de consagración renacía el fuego que marcaba mil cruces, mil lamentos, mil anhelos que pendían de su estola como las cuerdas que fustigaban su carne... y su alma.

Mi silencio se clavaba en sus ojos como las púas de un cilicio atravesando su piel. Mi cuerpo, divagado bajo las vestiduras de una virgen coronada de santo Pecado, farfullaba todos los más básicos instintos y las más claras intenciones que el suyo parecía renegar. No sabía que el más santo cáliz es aquel que acoge la esencia del placer, el más absoluto Pecado cometido bajo la bendición de un Cristo resucitado que provoca ese infierno por debajo del estómago. La tentación tenía el mudo testigo ahí donde la liturgia reposaba bendecida, donde el néctar del vino y en pan ácimo se adormecían de su Eucaristía y donde los santos y reliquias descansaban en sus hornacinas, cerrando los ojos al destino del hombre santo hecho carne y Pecado.

Un sacrilegio decía su inacción. Como máxima, un mea culpa entonado a colación del más alto goce al que se sentía sometido por la divinidad de una hembra que oraba a sus pies. Crucificado en cien letanías, su boca se secaba, su pecho se comprimía ante una voluntad no controlada y ante la elevación de su alma condenada por siempre a una fe que no comulgaba mientras su cuerpo se redimía envuelto en sudor, canonizado al placer de saberse hombre y subyugado a su propia anuencia al tiempo que sus demonios se encumbraban gloriosos y alababan, por fin, el fruto del Pecado venerado y ensalzado por la Hembra.


Texto perteneciente al reto propuesto por Gustad desde su blog "Adoquines mojados" donde podéis leer, si deseáis, más relatos: Una cita y que vuele la imaginación.