Me moviste hacia el borde de la cama, dejándome de rodillas, con las piernas abiertas, con el trasero casi en el aire y los pies fuera de la cama. Con una mano me sujetaste el pelo, obligándome a que echar la cabeza hacia atrás, con el cuello tirante, preparado para ser besado, acariciado y mordisqueado. Con la otra, mis pechos eran el juego perfecto y sus pedúnculos, el reclamo más solícito.
Tú, de pie, detrás de mí, con el cuerpo vencido hacia el mío, te movías sin contemplaciones, poseyéndome una y otra vez, dejándote sentir dentro de mi libídine, empapada, esclava de tu miembro, de los embates de tu cuerpo, de la osadía de tus caderas.
Esclava de su cuerpo, de la danza del deseo, del placer de ser entregada siendo suya y siendo tuyo.
ResponderEliminarMuy sensual y excitante tu entrada como todas las que escribes.
Un besazo, preciosa.
Gracias, María.
EliminarPrimero pedirte perdón por ir con retraso a tu blog... Pero ufff... Voy loca...
Y segundo, gracias por tus palabras... Ser esclava de esos sentimientos es una de las formas más libres que conozco.
Besos.
Ese fuego que te hace prisionera pero del que no te quieres liberar, porque ser abrasada en él lo es todo.
ResponderEliminarBesote hermosa.
Todo y más...
EliminarEs como convertirte en Ave Fénix... Mueres y resucitas... Mueres y resucitas mil y una veces más...
Besos.
La escena perfecta a mis deseos.
ResponderEliminarBesos de dulce.
Es un momento de posesión... tremendo...
EliminarSer y estar al mismo tiempo que te vences a sus deseos que son, en realidad, los mismos...
Un beso enorme.
También voy mal con tu blog... Perdona mi tardanza...
Esas ganas empotradas sobre la exposicion de tu cuerpo...a él...
ResponderEliminaruffff... sublime...y ardiente...
un besote!