18 de agosto de 2016

Δαμιανός, el dios mortal...


Había oído hablar de estas competiciones desde niño y no había dejado  de prepararme para ello. Llegué a la sagrada Olimpia al caer la tarde.

Había subido las colinas de  mi pueblo… Y bajado. De día y de noche, con calor y con frío, a pleno sol o con estrepitosa lluvia. Me consideraba sobradamente preparado para ello. No podía estar más convencido de mis posibilidades pero no debía obviar a mis contrincantes.
Yo no había tenido la suerte de ser uno de esos niños  que entraban en la Palestra. Mis músculos se habían forjado a base de tirar y recoger redes en el mar, de tirar piedras pesadas y superar mis propios límites de distancia.  Mis carreras competían con mi propia fuerza de voluntad tras los caballos salvajes, y los pesos que me colgaba a la espalda… Mis entrenamientos de lucha, atrapar los cerdos en la cochiquera y buscar peleas con los que eran más grandes que yo. 
Mi ortodoxia consistía en escuchar los consejos de los mayores que sabían de ello. Apenas había podido ir a Elis el tiempo necesario. Era requisito esencial para poder participar en los Juegos. Luego, el Juramento.

Olimpia era una fiesta. Gentes de todo nivel y de toda Grecia se reunía en aquellos días: Filósofos, músicos, charlatanes, gente de mala vida con objetivo de sacar beneficio, proxenetas…
Al amanecer comprobé que tenía el sello que me habían dado en la selección de atletas. Cualquier infracción sería castigada con azotes. Ya había recibido alguno.

Esperé mi momento haciendo unos ejercicios para calentar mis músculos. Pensé en lo que me había costado llegar ahí, todos los sueños e ilusiones puestas, los esfuerzos realizados, la soledad de tanto tiempo para al final  obtener la recompensa de mi propio esfuerzo.

El toque del helanódica se hizo oír entre la multitud. Mi cuerpo desnudo se aceleró. Mi corazón latía fuerte, al ritmo del golpe de mis pies en la tierra. Mis parecían dos ruedas en movimiento. Mi aliento se contraía y expandía… El sudor no era abundante.  Controlaba a mis contrincantes. Algunos no me preocupaban. No me iban a hacer sombra. Solo uno podía poner en peligro todo mi arrojo. Y esa era mi motivación. Yo debía ser el primero entre los primeros.
Levanté mis brazos a los cielos. Luego caí en oración.


Estrategia, Δαμιανός. Cabeza y pundonor para saber perder… pero, sobre todo, para saber ganar.” 



Gus, desde su blog “Juliano, el Apóstata"
nos invita a participar en nuestra propia Olimpiada.

9 comentarios:

  1. Y que mejor relato sobre los juegos olímpicos, que uno sobre esos primeros juegos olímpicos, con el espiritu agonal.
    Besos.

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  2. Me ha encantado ese final, el levantar los brazos a los cielos y caer en oración.

    Genial tu relato juevero.

    Un besazo, Mag.

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  3. La voz interior de un competidor es la que presentas en tu relato, la convicción para llegar al éxito.

    Beso dulce y dulce noche Magda.

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  4. Un relato muy bien llevado y con lujo de detalles nos has traido, Mag. Nos has catapultado con facilidad hasta esos años en que los juegos de atletismo nacían con tanta trascendencia y significado. Gracias por ello.
    P.d
    el atleta con que ilustras al final... qué decir... sin palabras!!!
    =D

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  5. Un ritmo que deja participar en la lectura, introducirse en el personaje y sentir esa fuerza interior y la motivación que todo lo mueve.
    Te felicito, Mag. Un texto maravillosamente narrado y esculpido.
    He disfrutado mucho de la historia, le has dado vida.

    Mil besitos, querida mía.

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  6. Lo que siente el atleta creo que no ha debido cambiar desde sus orígenes hasta el día de hoy.

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  7. Una preciosa historia en esa bella Olimpia, donde la voluntad y elmpundonor son lo primero.
    Un abrazo

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  8. Qué hermoso relato, Mag… Tan importante o más esa preparación espiritual, que la del cuerpo… Esa voz interior que impulsa a nuestros pasos... Me encantó, amiga…

    Bsoss y cariños!! ♥

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  9. Ufff, pero qué mal voy con las respuestas.
    Os dejo mis infinitas gracias y mis mejores deseos.
    Besos y abrazos .-)

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Sueña porque soñar es vivir y vivir es sentir...