31 de enero de 2017

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La chica del Saloon



Las chicas del Saloon eran un auténtico espectáculo. Eran las primeras que habían llegado al pueblo. Los hombres se volvían locos. Las mujeres las miraban con desprecio, acusándolas de furcias y de roba maridos.
Cierto es que algunas se sacaban un dinerillo extra compartiendo sus encantos con algún que otro vaquero o algún hombre de negocios que estaba de paso. Pero ella era diferente. La más deseada aún sin ser la más bella. Mas su cuerpo era un templo sagrado digno para el más alto de los dioses, para el más magnánimo de los hombres.
Se retiraba a su habitación y ya no era vista hasta la mañana siguiente cuando, con su mejor sonrisa y un bonito vestido, paseaba buscando la paz y la belleza al lado del río.

- Una señorita como usted no debería pasear sola por estos lugares.


El sol le venía de frente y el jinete se desdibujaba a contraluz. Ya no había vuelto a verlo desde aquel día en el que solo habían existido ellos dos, como si una conexión mágica los hubiera unido, como si el destino se hubiera conjugado para ponerlos en el mismo sitio y a la misma hora.

Aquella noche, Luna Sun, se había puesto enferma y ella tuvo que sustituirle a la hora de cantar. Su voz era armónica y tenía el extraño don de captar por completo la atención. El bullicio del salón se detenía y solo se oían, casi como un sacrilegio, los golpes de los vasos sobre las mesas o de los puños en los arrastres de las cartas.  Incluso, el violín de Tom, parecía secundario.


Ella no se fijaba en los rostros de los hombres pero buscaba con la mirada el de aquel joven que la había cautivado. Casi al final de su actuación, la puerta del salón se abrió, dejando paso a un vaquero bien aseado, con el sombrero en la mano y unas espuelas que brillaban como nuevas. Su corazón empezó a latir con tanta fuerza que le hizo perder por un momento el hilo de la canción. Hizo una pausa y prosiguió, jugando con sus manos, como enjabonándolas. Puros nervios. Siguió con la vista al joven hasta que este se apoyó en la barra de la cantina. Pidió un whisky. Brindó por ella y tomó un sorbo.

Los aplausos y silbidos de admiración la envolvieron y se sintió protegida. Sonrió y, agradecida, se inclinó varias veces mientras su nombre resonaba en toda la estancia. Se retiró por detrás de las cortinas del escenario y se sentó en unos maderos. Notaba temblar todo su cuerpo. Respiró varias veces, profundamente, dejando salir el aire. Notaba los latidos de su corazón como si fuera un tambor marcando un ataque de guerra.

Y por primera vez rompió su protocolo. Salió al salón con esa sonrisa que encandilaba, con la naturalidad de quien se sabe segura de quién es, y se acercó hasta la barra. Dimas la recibió como solo un caballero puede recibir a quien sabe es una Dama. Nadie pudo objetar nada. Distancia prudencial. Miradas discretas. Sonrisas cómplices… Y todo el tiempo por delante hasta casi el amanecer, cuando el salón quedó en silencio y a oscuras, si no hubiera sido por el candil que el tabernero les había dejado sobre el mostrador.

Por fin solos, con las manos sudorosas, con las bocas temblorosas, con las miradas llenas de deseo, de algo que solo habían sentido estando juntos.
Dimas la tomó en brazos y, de un solo gesto, la dejó sentada encima de la barra. Sus ojos quedaron a la altura de los femeninos, perdiéndose en aquella mirada tan negra como una noche en luna nueva. Tomó su rostro entre las manos. Ella era la luna. Él la noche. La miró a la boca. Se acercó despacio, como pidiendo un permiso que tenía ya concedido.
Sintieron el suave roce de unos labios hambrientos, el hormigueo espontáneo de la pasión extendiéndose por sus cuerpos; una sensación que les hacía pegarse al otro, que les invitaba a que las manos se volvieran tímidos pájaros sobre el otro, retirando la ropa, el impedimento para dar rienda suelta a sus instintos.

Él jamás se había sentido así: Tan seguro como salvaje y, sin embargo, inexperto.
Ella jamás se había dejado llevar por ese instinto primitivo del que había oído hablar a sus compañeras y que, en alguna ocasión, con cierta vergüenza y mucha curiosidad, había estado observando.



Sus cuerpos exudaban gotitas de sudor a la luz del tintineo de la llama del quinqué. Sus gargantas se secaban ante un espeso jadeo que ni la saliva del otro apaciguaba. Se devoraban con hambre atrasada.
Solo aquel quejido de dolor ante la inocencia arrebatada por gusto, les detuvo un segundo. Él tuvo el empaque y dulzura necesarios para ser paciente. Ella, la seguridad de saber que se entregaba al hombre que sabía tratarla, que bebía sus lágrimas, que abrigaba su temblor…
Cuando Dimas pronunció su nombre entrecortado entre su aliento…  Catyna ya era suya para siempre.



Tema 2-52: Describe una escena sensual con una pareja que termina desnuda en la barra de un bar.
"El Libro del Escritor"

8 comentarios:

  1. Mis más sinceras felicitaciones, Mag.
    Me ha cautivado el ambiente que has creado y el alma de los personajes... Has hecho que estuviera en ese salón.
    Unas escenas precisas y bellamente narradas.

    Mil besitos, bonita.

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  2. Un acierto que haya demorado esa situación, que era inevitable que sucediera.
    Intensa cuando sucedió.
    Me gustan las imagenes que elegiste.
    Besos con admiración

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  3. Que bonita historia y que bien has conducido el relato, he disfrutado con un final feliz cada vez mas escasos. Saltos y brincos

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  4. Qué bonito tu relato... He ido visualizando las escenas...

    Ella la luna él la noche... Él tan inexperto y ella tan segura...

    Me encanta ese romanticismo que has relatado y te felicito por esta nueva sección.

    Un besazo.

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  5. ¿Qué decir? ...sabes que en el fondo (y no tanto!) tod@s soñamos con historias de amores así ...completitas eso sí, con barras de bar y todo!! ...jajajajajaja!

    Contigo sólo queda sacarse el sombrero... eres grande.

    Besisssssss hermosa.

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  6. Aún en un lugar tan poco propicio para el romance como una cantina de aquellas del oeste, has creado una romántica escena, como en las mejores películas.

    Beso dulce Magda.

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  7. Y al fin apareció… Aquel que había cautivo su corazón…
    Y la imagen de la barra…una maravillosa visión envuelta en esa fantasía de entrega sobre una barra…ésta, con la peculiaridad de aquella época, a la que maravillosamente nos has llevado…

    Precioso, querida Mag…

    Bsoss y cariños enormes ♥

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  8. Sé que a veces me falta tiempo para seguiros a tod@s pero os agradezco vuestra dedicación, como siempre, y vuestro estar aunque no os pueda dar todo lo que merecéis.
    Muchísimas gracias.
    Besos enormes. Abrazos.

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Sueña porque soñar es vivir y vivir es sentir...