8 de febrero de 2018

Vivendo...

Respiró hondo. Acababa de colgar el teléfono. La última llamada antes de la gran actuación. Apoyó las manos abiertas sobre la mesa. Entre ellas, el revólver, las esposas y el antifaz. Levantó la vista al techo y cerró los ojos. 

- Hoy es la última vez que lo haré. No más. –Se decía para sus adentros mientras el corazón le galopaba. Lo había hecho tantas veces que casi había olvidado cuándo había sido la primera pero aquella sensación de abismo seguía siendo la misma. 

Besó la cruz de nácar  del rosario que colgada de su cuello. Siempre le había traído suerte. Recordó cuando ella se lo regaló. Era importante pues había pertenecido a la rama de su madre. Desde que el tatarabuelo lo comprara a su vuelta de la campaña de Cuba y se lo diera a su esposa como regalo de bodas, había ido pasando de generación en generación hasta llegarle a ella y recuperar la tradición original. Hacerlo un regalo de boda. El Cristo de plata estaba esculpido al detalle, y las cantoneras, bellamente talladas, formaban maravillosas filigranas.

Alguien que tomaba la vida de otro en sus manos se encomendaba a los santos, como si estos fueran a atender el perdón de su decisión. Se signó y recitó en susurro una oración. Sopló la vela que iluminaba la estampa de la virgen y se santiguó a continuación. El humo formó una serpiente que se diluyó en el ambiente como la última bocanada del cigarrillo que apagó. 

Tomó los útiles y se encaminó hacia la sala. Ahí estaba ella, de pie, mirándole directamente, orgullosa a pesar de todo, siendo consciente de que su vida pendía de un hilo. Él se acercó. Le ayudó a separar las piernas y ciñó las tobilleras para amarrarle sus pies a la pared, como hizo con las muñecas después de colocarle las esposas. 

- Perdóname –le dijo en un susurro. 

Sus miradas se acoplaron. No recibió respuesta. 
Volvió a respirar hondo y retrocedió sobre sus pasos. Mentalmente contó los que debía dar. Se cubrió los ojos justo antes de girarse hacia la mujer. Reinaba a su alrededor un silencio sepulcral. Y, aunque no lo hubiera habido, él no hubiera escuchado más allá de su interior. La sangre corría tan densamente por las venas que el corazón, lejos de galopar, ahora parecía detenerse. 

Un disparo. Dos… Tres… Cada uno tenía su dirección y su mida. El quinto terminó de formar una imaginaria estrella de cinco puntas. Se aseguró de su trabajo bien hecho. Se sintió satisfecho y abandonó el lugar sin mirar atrás. 
Su soledad se vio truncada unos minutos después. Las manos femeninas recorrieron su pecho desde la cintura. El apoyó las suyas sobre las de ella. 

- Ya está… y ha salido bien. Deberíamos celebrarlo y olvidar todo esto. ¿No te parece? 
- Es lo mejor pero uno no se termina de acostumbrar –reconoció el hombre. 
- Ahora ya no deberás pensar en ello –le aseguró, pasando delante para poder mirarle a los ojos cuyo brillo estaba al borde de las lágrimas. Sus bocas se unieron en un denso beso, como denso era el abrazo en el que latieron sus corazones. El sonido de sus respiraciones, hilvanado al de sus labios en fricción, se intensificó. 
- Será mejor que nos vayamos antes de que venga alguien porque solo hay una cosa que podría hacer ahora mismo –dijo viendo el tarro de piruletas sobre la mesa- y te aseguro que no es lo que me apetece… -continuó.
-¿Y qué te apetece? -le preguntó con picardía.
- Ser muy canalla contigo… - empezó a decir con tanta intensidad que parecía apretar los dientes y cortarle el aliento con el suyo-. Ponerte unas esposas, colocarte a cuatro patas y follarte hasta decir basta. Luego, llenar la bañera con agua tibia y cuidarte… para volver a disfrutarnos hasta el amanecer –concluyó dándole una palmada en el trasero. 


Salieron por una de las puertas traseras que tenía siempre la llave puesta. Subieron a la moto para abandonar una forma de vida y tomar el sendero de una nueva. Dejarían de ser la atracción principal. Él, el chico que disparaba balas con los ojos tapados, y, ella, la asistente que ponía en juego su vida cada noche. Porque, al final, “el propósito de la vida es vivirla, disfrutar de la experiencia al extremo, extender la mano con impaciencia y sin miedo a vivir experiencias más nuevas y más enriquecedoras” Eleanor Roosevelt (1884-1962)


Reto perteneciente a la propuesta de Gin, sobre citas y sueños.
En el enlace existente bajo la imagen podrás leer esta y otras historias.



Video relato 


9 comentarios:

  1. No podía haber cita más perfecta para ti... y has hecho una historia que provoca sonrisas e invita a soñar.

    Besissssssssssss hermosa!

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  2. Un relato magnífico... cada escena ha salido nítida ante mí... y es que... simplemente Chapeau!!!

    Felicidades a ambas por este maravilloso reto.

    Mil besitos para cada una, amigas mías.

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    Respuestas
    1. Más para ti!! Muackssss 💋 (Y qué bien sentirte de vuelta!!) 😉😍

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  3. Felicitarte de nuevo por tu maravilloso relato, mi querida amiga; te cautiva y te atrapa..., y con un sorprendente, y, bien llevado, giro; muy bueno… 😊

    Gracias de nuevo por participar y acompañarme en estos bonitos viajes de letras…

    Bsoss gigantes, y feliz tarde! 😘

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  4. Felicidades, desde el principio hasta la frase prestada te ha quedado perfecto el texto. Abrazos

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  5. Tú en relatos eres insuperable, y este al comienzo suena casi como cuando un asesino se prepara para perpetrar su acto, pero todo va tomando otro rumbo y termina siendo una escena de amantes que solo quieren vivir. Excelente Mi Estimada Magda.

    Beso dulce.

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  6. Todo un giro argumental. Me dejaste sorprendido. Es un relato magistral.
    Y con el estilo sensual que te caracteriza.
    Besos con fascinación

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  7. Millones de gracias, Familia.
    Como siempre, las gracias se quedan pequeñas.
    Ya os iré comentando conforme salgan vuestras publis. No obstante, decirnos que sois unos artistas :-) y es un gusto compartir letras con tod@s.
    Besos enormes.

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Sueña porque soñar es vivir y vivir es sentir...