Llevo tanto
tiempo sumido en esta oscuridad, maldecido, condenado al ostracismo… que he
olvidado mi destino pero, lo que es peor, también mi origen. Solo soy palabras, dibujos, signos y hechos manuscritos de
alguien que no deseaba olvidar. Y de pronto, como un mal presagio, fui una
amenaza, una gran amenaza para el equilibrio o consolidación del poder o,
mejor dicho, para la supremacía de un
pensamiento único en el que no se respetan las opiniones o símbolos de otros.
Mi único fin era no poner puertas al campo, sino enseñar a otros que se puede
tener una proyección propia el tiempo siendo este el encargado de confirmar o
de desmentir. Me convertí en un arma para matar.
Comprendí,
entonces, porqué mi maestro me ocultó bajo sus pies, envuelto es telas y
pieles, custodiado tan solo por la esperanza y por la ignorancia. No me siento
culpable de su muerte, ni de la salvaje experiencia que mis hojas no vieron
pero sí lamento la pérdida. No dejo de ser su propio epitafio.
Apenas entiendo
un poco de estrellas y plantas, de pensamiento humano y mucho de soledades. Solo estoy lleno de palabras que el tiempo ha
creído borrar pero no es este quien me llena de polvo sino la barbarie y el
temor de unos pocos frente al Conocimiento y la Sabiduría, frente a todos esos
que pueden aprender y ver la realidad de la historia.
Mis
compañeros, los que me precedieron y los que han coexistido conmigo, los que sé
que están por venir… y yo nos enfrentamos una y otra vez a lo mismo. Seguimos
aquí siendo en muchos lugares una
amenaza, una forma de libertad, un peligro para quienes consideran que el
Pensamiento debe ser controlado si no se ajusta al suyo.
Hoy, pasados
siglos desde que fui apartado de la luz, alguien me ha quitado la venda de los
ojos. Me ha tomado con cuidado en sus manos y he sentido vibrar su emoción y su
alma entre mis signos. No creo que me comprenda. Tardará mucho hasta que él u
otra persona sepa descifrar el sentido de cada una de mis palabras pero sí sé
que, dentro de algún tiempo, su nombre y el que decidan darme a mí, formarán parte de ese cambio que proyecta una luz sobre
la cerrazón. Espero que en algún presente ninguna amenaza ignara, egoísta, ególatra y desmedida del Hombre
circunde mi existencia ni la de mis congéneres, que no sea yo quien pague por
los pecados que no cometí y si eso no ocurriera, haya alguien que vuelva a
tomarme en sus manos y si es preciso tenga, en buena conciencia, catapultarme al destierro otra vez.
Este relato pertenece a la propuesta de Inma
sobre la quema de libros
remitida
desde su blog Molí del Canyer
donde podéis hallar otras historias.