Escenas de cine
Me llegaba el aroma de su cigarro con la misma intensidad que la de su perfume. El sonido de su voz a través de la media celosía que nos separaba, como un confesionario, me distraía la atención. Parecía incapaz de concentrarme en lo que estaba o, tal vez, la conversación de mis amigas era tan aburrida y rutinaria como siempre. Incluso el choque de los hielos de su copa parecían reclamarme. No pude evitar, tal vez con cierto descaro, asomarme al otro lado. Reía a carcajada abierta. Me sonreí mientras apuraba la última calada y un cosquilleo, como campanillas, me recorría entera. Esa emoción, ese gorjeo de mil pájaros dentro de mí, casi me ahoga cuando se giró y nuestras miradas se encontraron.
—¿Un pitillo? —¿Por qué no?, aunque ya no recordaba la última vez que me llevé uno a la boca.
—Gracias.
Y de pronto, el porche de aquella terraza de decoración árabe pareció quedarse solo para nosotros. Dejé de escuchar todo cuanto acontecía a mi alrededor, salvo su voz, su perfume, su sonrisa y esos pájaros emprendiendo el vuelo al chasquido de la cerilla.
Mi aporte (186 palabras) para la convocatoria que propone Moni este jueves. En su blog, Neogéminis, podéis ver el listado de otros participantes.