Hechizada por el latido de la hembra, mi alma se convierte en el desván de las infinitas emociones.
A veces, soy piel, carne, hervidero de poros. Otras soy esencia, espectro, fulgor.
A veces la sierpe se arrastra y de pronto se alza sobre sí misma, cual águila, invocando al viento, que es dueño del mismísimo Pecado. Luego viene el desafío, la magia, el saberme reflejada en mi propio espejismo. A veces, Luna; a veces, Silencio. A veces, calma pétrea; a veces, agua que fluye sin miedo, sin matices..., sin reserva.
A veces juego con el destino, el dragón que escupe fuego, que me quema desde las entrañas y me revienta por dentro. Otras, perpetuo en esa danza de la piel, sutil; esa caricia tibia, incluso ardiente, que enerva cada poro, que me abre en canal... y respiro. A veces.
A veces sí, respiro, y el aire se convierte en mil espadas enfrentadas que se rozan, se clavan, se prenden de la sangre que rebosa más allá de cada latido. A veces, solo a veces, las cadenas son livianas y marcan veredas que nunca existieron, sin embargo, dejan huellas imborrables.
Y a veces, solo a veces, no soy quien soy porque soy el camino de mil senderos, el rastro de la sierpe, la cadena que libera, el espejo que no ve, el hechizo sin truco.
Vladimir Fedotko |
Este es mi aporte para la dinámica de junio que propone Gin desde Variétés, basándonos en las imágenes de Vladimir Fedotko y añadiendo un tótem (serpiente y águila en mi caso). Lo podrás leer aquí junto a los textos del resto de participantes.