Un Jueves, Un Relato Ojalá
Ojalá, se decía siempre sin esperar nada. Pensaba que dejar todo en manos de la esperanza y del destino no llevaba a buen puerto en la mayoría de las ocasiones y cuando sucedía era porque tenía que suceder. Entre mil errores siempre había algún acierto.
No es que su vida estuviera vacía pero sí estaba llena de aquellos ojalás que nunca se habían mostrado ante ella.
Sentada en aquel banco frente al mar, viendo a los pescadores tirar sus cañas y a las gaviotas revolotear en busca de algo que picotear, se recluía en sus pensamientos y por algún momento perdía su mirada en el horizonte: «Ojalá no hubiera dejado pasar aquella oportunidad. Hoy... Ojalá hubiera tomado aquella decisión. Hoy... Ojalá hubiera escuchado lo que me decía... Hoy...». Y así, un ojalá tras otro con un hoy que le seguía. Era como una cadena de lamentos sin fijarse en las mil historias buenas que habían surgido por aquellos ojalás que no se habían cumplido.
Tenía las manos surcadas por los años, la vista cansada y el pelo níveo por el paso de ellos. La sonrisa medio castrada por ciertas ausencias y por presencias que restaban más que sumaban por aquellos ojalás que sí se habían hecho realidad.
Respiró hondo. Avanzó unos pasos hasta el borde con el mar. Miró a ambos lados. Observó el horizonte. Retrocedió la vista y se vio reflejada entre la espuma.
—¡Señora! -alertó uno de los pescadores.
—¡Sí!, ¿tiene algún pescado que me pueda vender?
—¡Por supuesto!, pero aléjese del muro que puede caerse.
Y ayudándola, la acompañó hasta su punto de pesca para ofrecerle un puñado de peces recién sacados del mar. Sin un ojalá cumplido se marchó a casa con la sonrisa reconstruida y el brillo de la vida, ojalá, en cada una de sus arrugas.
Este es mi aporte (302 palabras) para la convocatoria de este jueves que coordina Inma desde su "Molí del Canyer" donde podéis encontrar a otros participantes con otros ojalás.