El último suspiro
Era un reloj antiguo, de cuerda, de sobremesa, de bronce al fuego, enclavado en la repisa de la chimenea de la vieja mansión. Sus manos habían marcado momentos incontables a lo largo de los años, más de cien y menos de trescientos, desde las risas de los niños en Navidad hasta los silenciosos adioses de los seres queridos. Cada tic-tac resonaba con la historia de la casa.
Pero llegó el día en que sus mecanismos, cansados de mantener el tiempo, se detuvieron. Los achaques propios de la edad habían ido aconteciéndose durante el último lustro y había escuchado el irremediable diagnóstico del maestro relojero. Quedaban dos suspiros, tal vez tres. Y mientras el tiempo parecía ir a ralentí, ese último suspiro iba resoplando bajo sus saetas como una procesión implacable de languidez.
Con él grabó los días de esplendor, las fiestas animadas, los susurros de aquellos jóvenes enamorados en la penumbra, de las discusiones políticas y del porqué de muchas cosas. Recordó cómo había sido testigo del tiempo que fluía inexorablemente.
La tristeza se apoderó del reloj, pero también experimentó una extraña paz. Sabía que su labor había concluido, que ya no tenía que contar los segundos, los minutos, las horas ni que sus pequeñas campanadas descorazonadas revelaban más que eso. Se adentraba en un silencio que parecía abrazarlo con ternura como la mirada de la bailarina que, callada a su lado, mantenía su paso.
En su último aliento, el reloj reflexionó sobre su legado. Había sido más que un simple medidor de tiempo; había sido un testigo silencioso de la vida de quienes habitaban la mansión. Su existencia había tenido significado, y ahora dejaba un recuerdo impreso en los corazones de aquellos que alguna vez lo escucharon.
Cuando la última vibración del mecanismo se desvaneció, el reloj quedó en silencio, pero su historia continuó sobre la chimenea. Su tic-tac se había desvanecido, pero seguí ahí, de pie, mudo testigo en una lejanía adormecida, recordando a todos que el tiempo es efímero, pero los momentos compartidos perduran en la memoria, como el último suspiro de un viejo reloj.
Este es mi aporte (350 palabras) para la convocatoria juevera de la semana. Picando en la imagen puedes ir, si deseas, tanto a ella como al listado de participantes que compartimos nuestras historias.
Me encantó cómo narras la historia y vida de ese reloj, al fin parado, habiendo dado lo mejor de él.
ResponderEliminarUn abrazo
Como en 5u preciosa historia,deberíamos recordar que somos momentos,momentos que deberíamos vivir con la máxima intensidad dejar marcadas nuestras horas, de aromas dulces y delegados legibles, por ser la única forma que tenemos de permanecer, en el tiempo y en el corazón de los demás.
ResponderEliminarSiempre un placer niña mágica.
Besos abrazos
Να ένα κείμενο που ξεχειλίζει από εξυπνάδα και φαντασία
ResponderEliminarΚαλή επιτυχία
Quién más que un reloj sabe de últimos suspiros, siempre invitas con tus relatos a adentrarnos en un momento donde todo sucede y somos espectadores privilegiados.
ResponderEliminarBeso dulce Mi Estimada Magda y dulce fin de semana.
Que historia!!! Me hiciste vivir algo reciente, hace muy poco de manera repentina, si bien sabíamos que pasaría unos meses antes, nos dejo mi hermano y fue la primera vez en mi vida que comprendí lo que es que te duela el alma, si bien esto te lo cuento porque aquí, esta la raíz de algo inexplicable, en mi familiar hay un reloj de campanadas y ese característico tic tac, que me lleva a la infancia, mi bisabuelo se lo dio a mi abuelo, el a mi padre hasta que llego a mi hermano, y hacia años que ya estaba cansado y ya no había ni tic tac, ni campanadas.... viaje hace unos días y estuve en su casa, y mi sobrina me dice, no te asustes tía, pero el reloj volvió a cantar hace unos días.
ResponderEliminarUn abrazo, y gracias por este relato tan bonito.
Es un relato para reflexionar por su similitud con la vida humana y es precioso a la vez porque trasmite la paz de una vida que concluye. Me encanta, besos.
ResponderEliminarHermoso relato, donde el tiempo demuestra lo tirano que es hasta al reloj que lo marca le llegó su fin, un recordatorio de que la vida es como un suspiro y que el tiempo vuela muy rápido, mejor aprovecharlo hasta el último suspiro.
ResponderEliminarUn abrazo.
PATRICIA F.
¡Un viejo reloj, personaje principal, de un relato entrañable en el que el reloj ha sido testigo de tanto! Besos, MAG
ResponderEliminarSemejante magnificiencia de reloj quizas dejo de latir, y perdíó asi la mitad de su funcion que era la de contar el tiempo, cosa que cualquier otro reloj puede hacer, pero este segura cumpliendo su mision de apotar su belleza y esplendor a pesar de lso años.
ResponderEliminarmuy bonito, personificando al aparato , ahora inanimado, pero iguald de bello
besosss, amiga
un reloj es algo muy complejo. sus ruedas dentadas tienen que encajar a la perfección, y con el paso del tiempo (nunca mejor dicho) se pueden haber oxidado o dilatado con el calor o quién sabe, de manera que no lo pueda arreglar ni el más experto relojero.
ResponderEliminarpero el reloj del que hablas en tu relato ha tenido una vida laborar intachable, cumpliendo con su misión de dar la hora exacta durante años y años.
besos, mag!!
Por Dios, es como haber narrado la muerte de alguien, y si cierto, los objetos por inanimados que parecen también tienen vidas, esplendor y decaimiento. Hermoso relato
ResponderEliminarNo tengo dudas de que a mayor antigüedad de los objetos, mayor vida esconden.
ResponderEliminarSaludos.
J.
cierta vez en el Rastro compré una antigua Sarga , una Verónica algo desgastada por el tiempo, Estuvo colgada en la pared del dormitorio hasta que me dio por pensar que habia tenido otro dueño y que por sus ojos habia sido testigo de los acontecimientos Rarezas por que un objeto innanimado es lo que es, aún asi fue a parar a algun maletero de casa donde alli continúa Un abrazo
ResponderEliminarMadre mía, Qamar, qué bonito, parece un simple reloj pero es mucho más que eso...
ResponderEliminarLo has narrado a la perfección, me ha gustado mucho.
Un abrazo. 😊
Precioso.
ResponderEliminarEs un texto que conmueve.
Has logrado personificar al reloj, haciendo que percibamos su labor con ternura y admiración. Para mí eso es la buena literatura: lograr conmover a través de la palabra, cualquiera que sea el motivo, en este caso un viejo reloj. Y lo consigues, además de con imaginación con frases líricas muy buenas...
Me ha encantado!!
Un fuerte abrazo Mag :)