El viejo molino
En el rincón amado donde el tiempo se enrosca, se yergue mi viejo molino, como un guardián de historias susurrantes. Sus aspas, cual suspiros al viento, danzan con el eco de antaño, mientras el río, sereno como un puñado de versos, abraza sus cimientos de piedra como abrazaría el abrazo eterno de un amigo.
Las arrugas de mi molino, como surcos de sabiduría, marcan el paso de los años con la gracia de un poeta que ha vivido mil vidas. Su techo, cubierto de musgo tal que un manto de días y noches, recuerda cada tormenta y cada rayo de sol que ha besado su frente de madera. En sus paredes, la pátina de las estaciones es un poema silencioso que narra los cuentos de granos molidos y harinas doradas, una danza ancestral que se repite en la quietud de cada día. Las piedras de moler, como dos amantes inseparables, han pulido la esencia de la tierra, transformando trigo en alimento con la misma pasión con la que un poeta moldea palabras en versos.
Al atardecer, cuando el sol se sumerge en el horizonte como un acorde final, mi molino se convierte en un refugio de sombras y susurros. La luz tenue se cuela por las rendijas como metáforas de esperanza, y el río fluye en la penumbra como los recuerdos que se deslizan suavemente por la mente de un soñador.
Mi viejo molino es cien estrofas olvidadas en el libro de la memoria, una melodía que persiste en el eco de la brisa. Su presencia es un canto que se entrelaza con el alma del paisaje, y en cada giro de sus aspas siento la cadencia de los versos que mi mano dibuja mientras le miro, mientras le siento, mientras vivo su latido.
IA NightCafeStudio y posterior edición. El viejo molino / Ildefonso Robledo del blog Portafolio de fotografías |
Este es mi aporte (292 palabras. Hoy sí puedo ponerlo.) para la convocatoria juevera de Myr desde su blog, donde puedes hallar otras inspiraciones sobre un viejo molino.