En el telar de mi ser, entrelazo las letras que brotan de mi alma, tejidos de sentimientos y emociones que danzan sobre este lienzo negro que mi pluma transfigura. Anhelo que cada palabra, cada trazo, trascienda y se convierta en eco en tu ser para fundirte en el velo mágico de mi memoria. Que mis versos sean puentes que nos unan en un abrazo sólido, y que mi tinta sea un testigo del vínculo que florezca entre tú y yo. En cada línea trazada, en cada verso susurrado, te escribo con el alma para que en el tapiz de nuestras historias encuentres el eco vibrante de mi ser y la esencia de este nuestro encuentro. Que mis letras sean hilos de un lazo indisoluble entre tú y yo, donde el tiempo se detenga y la eternidad se haga presente. En cada palabra entrelazada, en cada estrofa compartida, tejamos juntos la trama de un sentimiento duradero, donde nuestras almas se encuentren en todos los rincones de esta bella historia.

27 de septiembre de 2014

A la luz de la luna...

Cuenta la leyenda que Manurria era su nombre,
bella, gentil y dicen que mora;
esposa de caudillo sebatense y
cábala de soldado cristiano de Roma
 caído como noble patricio.
Piel morena, ojos negros y cabellos rizados,
la túnica prendada por el viento a su figura
y sus pies encadenados sobre la arena.
Cónsul prendado, ella renegada.
El derecho, ella revés.
Ella... Antes muerta que entregada,
sacó semillas de veneno.
El... prendido, al viento las lanzó...
Y ciego de rabia, poseyola con fuerza.
Vencida la imploración.
Justicia pidió la mora
ante su dueño cristiano:
Mandonio llamado.
Pidió muerte justa, por infame y traidora,
por haberse entregado al enemigo
deshonrando al sebatense.
Manurria bañó de sangre la arena
pero no murió por deshonra;
murió de amor y por amor.
¡Nos niegan tierra, honra y hasta tumba!
Y abrazado a ella, gargantilla de borbotones rojos,
cayó él con hendidura de metal en el vientre,
hecha con mano manchada de sangre mora.
Por amor la mató y no por deshonra.
Protegerla quiso de masacres sin sentido.
Y el soldado de Roma,
vencido quedó de amor.
Ni clemencia le dio la luna...
Y a su luz quedo en espera.
Lágrimas a la luz de la luna...
Ø Muchas son las leyendas sobre el dicho "a la luna de Valencia". Esta es mi versión particular sobre una de ellas. Tal vez la más sangrienta pero también la más profunda. La guerra a todos envilece.

5 comentarios:

  1. Uffffff....que bonito...y aunque no es un "final feliz"...si que canta un "final de amor"....y éso trae consigo una carga mágica en tus letras que pone piel de pollo...
    un besazo!

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  2. Duro, muy duro... un final tremendo para una tremenda historia.... El amor tiene sentidos y sinsentidos que lo engrandecen y lo hacen eterno más allá de la vida, más allá de todo...
    Chapó guapa...

    Muchos besinos!!

    Pd: Me gusta la nueva cabecera del blog :)

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  3. No sabía que me había perdido tantas entradas, pero ahora mismo lo soluciono, y me pongo al día, me encantó esta leyenda.

    Un beso.

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  4. Hola Magdalia, me ha gustado mucho este poema, una bonita oda
    al amor aunque acabara en muerte. Cosas del amor diría aquel, me
    gusta como escribes, un gran trabajo.
    Un saludo cordial.
    Benjamín.

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  5. Hola, Benjamín. Bienvenido. Me encanta verte en esta casa más íntima. Sí, la historia es tan bonita como trágica, aunque no hay que retroceder tanto en el tiempo para darse cuenta de ello.
    Muchas gracias por valorar tan positivamente mi trabajo.
    Espero verte pronto. Un beso grande.

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Sueña porque soñar es vivir y vivir es sentir...