En el telar de mi ser, entrelazo las letras que brotan de mi alma, tejidos de sentimientos y emociones que danzan sobre este lienzo negro que mi pluma transfigura. Anhelo que cada palabra, cada trazo, trascienda y se convierta en eco en tu ser para fundirte en el velo mágico de mi memoria. Que mis versos sean puentes que nos unan en un abrazo sólido, y que mi tinta sea un testigo del vínculo que florezca entre tú y yo. En cada línea trazada, en cada verso susurrado, te escribo con el alma para que en el tapiz de nuestras historias encuentres el eco vibrante de mi ser y la esencia de este nuestro encuentro. Que mis letras sean hilos de un lazo indisoluble entre tú y yo, donde el tiempo se detenga y la eternidad se haga presente. En cada palabra entrelazada, en cada estrofa compartida, tejamos juntos la trama de un sentimiento duradero, donde nuestras almas se encuentren en todos los rincones de esta bella historia.

25 de agosto de 2016

La llave...

Mi intención hubiera sido llegar a la aldea antes de caer la noche pero aquel traspiés me había retrasado. Andaba torpe con un pie hinchado, y la fina y continua lluvia tampoco ayudaba. Hasta la luna había huido. La noche no podía haber sido más oscura.
Además, tenía la sensación de no caminar sola. Presentía como si varias sombras me estuvieran siguiendo a corta distancia. Podía percibir el crujir de sus pasos a mi espalda.

La lluvia me calaba hasta los huesos. La ropa me pesaba dos quintales y apenas había comido unas pocas bayas que había recogido por el camino. Me hubiera venido bien el tazón de caldo que me había ofrecido aquel viejete del camino y que tan mala espina me había dado a pesar de su detalle en regalarme aquel amuleto: "Te puede venir bien..."
En mi alforja solo quedaba pan, un puñado de nueces y un trozo de tocino.

El dolor en el pie era tan agudo que mis lágrimas luchaban por no aflorar. No podía encender un fuego para poder hervir unas hierbas y hacerme una cataplasma caliente que rebajara la hinchazón. Estaba todo demasiado húmedo y unas teas no me daban para ello. Tampoco tenía luz suficiente para poder ver si tenía alguna raíz o baya alrededor que pudiera prepararme. Solo me quedaba el mar que rugía un poco más allá. Si tenía fuerza tal vez pudiera llegar hasta la orilla y poner a remojo mis pies. El frío y la sal rebajarían la hinchazón y calmarían el dolor.


Me sentía como si la noche oscura inundara mi alma mas debía mantenerme con fe y paciencia para así alcanzar el mar. Cuando lo alcancé las lágrimas se derramaron sobre mi rostro al tiempo que me sobrevino un terrible  estremecimiento. Aquel sonido de pisadas siguiéndome se había convertido en unos suaves gruñidos a mi espalda. Al girarme con cuidado, un lobo agrisado estaba a menos de cincuenta pasos de mí. Sus ojos brillaban como dos luceros en medio de aquella crepuscular alba.

A partir de ese momento no recuerdo nada.
Me desperté completamente envuelta en sudor, entelerida de frío. El viento movía los visillos violetas. El mar seguía rugiendo al fondo. Vlad estaba a mi lado, con la barbilla apoyada en el colchón. Sus ojos azules estaban clavados en mí. Me sobresalté. Estaba totalmente confundida.

- ¿Ya te has despertado? ¿Cómo te encuentras? 
- No sé... -dije mientras él terminaba de sentarse en la cama-. ¿Ha llovido esta noche?
- No. Ha sido una noche serena. Estuve trabajando toda la noche... No me di cuenta de que te habías ido hasta que vino Vlad a avisarme. Te encontré en la playa, empapada y herida… ¿Que hacías ahí?
- Necesito que me abraces...
- Ven aquí... -dijo abriendo sus brazos. Me encastré en su pecho-. Casi me muero cuando te he visto inconsciente en la playa... ¡Qué miedo!- Me susurró mientras, a su espalda, abría mi mano y veía en ella aquella llave de madera y semillas.

Era muestra sine qua non de que algo extraño me había pasado... Pero, ¿qué?





Demi, desde su casa de Hurlingham, nos invita a diferentes aventuras. 
Esta es la mía… Puedes ver más llamando a su puerta.

22 de agosto de 2016

Nada...


Entre lo absoluto y lo abstracto: La nada.
Ese oscuro destino de vacíos o de plenitudes imposibles.
Esa nada llena de matices:
Agua que discurre entre las manos aceitadas
mientras la arena se pega y escarba las huellas.

Nada, cuando lo que tienes no basta.
Clamas al cielo rodilla al suelo.
Elevas las suplicas y devoras las lágrimas.
Nada...
Nada es el sedimento de las rocas que acaricia el viento,
ese sentido mudo que cierra los puños
y clava espadas de media luna:
Cuarto menguante en tu izquierda.
Cuarto creciente en tu derecha.
Novilunio en tu corazón.
Plenilunio en el alma...
llena de Nadas...
Lágrimas de sal que enraízan en la boca.
Suspiros que requiebran los tiempos bajo el cauce de tu mirada.



Esta semana, Nada
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18 de agosto de 2016

Δαμιανός, el dios mortal...


Había oído hablar de estas competiciones desde niño y no había dejado  de prepararme para ello. Llegué a la sagrada Olimpia al caer la tarde.

Había subido las colinas de  mi pueblo… Y bajado. De día y de noche, con calor y con frío, a pleno sol o con estrepitosa lluvia. Me consideraba sobradamente preparado para ello. No podía estar más convencido de mis posibilidades pero no debía obviar a mis contrincantes.
Yo no había tenido la suerte de ser uno de esos niños  que entraban en la Palestra. Mis músculos se habían forjado a base de tirar y recoger redes en el mar, de tirar piedras pesadas y superar mis propios límites de distancia.  Mis carreras competían con mi propia fuerza de voluntad tras los caballos salvajes, y los pesos que me colgaba a la espalda… Mis entrenamientos de lucha, atrapar los cerdos en la cochiquera y buscar peleas con los que eran más grandes que yo. 
Mi ortodoxia consistía en escuchar los consejos de los mayores que sabían de ello. Apenas había podido ir a Elis el tiempo necesario. Era requisito esencial para poder participar en los Juegos. Luego, el Juramento.

Olimpia era una fiesta. Gentes de todo nivel y de toda Grecia se reunía en aquellos días: Filósofos, músicos, charlatanes, gente de mala vida con objetivo de sacar beneficio, proxenetas…
Al amanecer comprobé que tenía el sello que me habían dado en la selección de atletas. Cualquier infracción sería castigada con azotes. Ya había recibido alguno.

Esperé mi momento haciendo unos ejercicios para calentar mis músculos. Pensé en lo que me había costado llegar ahí, todos los sueños e ilusiones puestas, los esfuerzos realizados, la soledad de tanto tiempo para al final  obtener la recompensa de mi propio esfuerzo.

El toque del helanódica se hizo oír entre la multitud. Mi cuerpo desnudo se aceleró. Mi corazón latía fuerte, al ritmo del golpe de mis pies en la tierra. Mis parecían dos ruedas en movimiento. Mi aliento se contraía y expandía… El sudor no era abundante.  Controlaba a mis contrincantes. Algunos no me preocupaban. No me iban a hacer sombra. Solo uno podía poner en peligro todo mi arrojo. Y esa era mi motivación. Yo debía ser el primero entre los primeros.
Levanté mis brazos a los cielos. Luego caí en oración.


Estrategia, Δαμιανός. Cabeza y pundonor para saber perder… pero, sobre todo, para saber ganar.” 



Gus, desde su blog “Juliano, el Apóstata"
nos invita a participar en nuestra propia Olimpiada.

15 de agosto de 2016

Milagro...

Hay un dulce enervado en tu piel entre los biseles que la mirada crucifica y el silencio exacerbado de un aliento que vocifera deseo.
Bendice la intemperancia este milagro que sofoca los sentidos y germina la sangre de los fuegos sacros que supuran de la piel mil veces lanceada por la ebriedad de tu lascivia.

Yo, flor abierta.
Tú, aguja encerada.
Ambos, herejes en este sacramento que hilvana tu carne y mi carne.
Pecado incólume.

Milagro de la noche desnuda entre el quejido de una luna impacientada que derrama estrellas de sus pupilas y el suspiro de caricias inquietas que requiebran galopes de muerte súbita y redimida.

 Esta semana Sindel nos invita a la palabra  milagro
desde su blog
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11 de agosto de 2016

La mano de los dioses...

Sobre las dunas del valle de arena, emerge  la morada de nuestra diosa cobra, la que ama el silencio y es amada por él, Ta Tehnet, la que vela los muertos. Nuestro Señor Ra nos ha bendecido con un nuevo día y acaricia nuestro Más Allá. Emerge soberano y reina en el gran cielo.

Tras mi baño, me pongo mis túnicas, adorno mi cabello y engalano mi cuerpo. Como cada mañana, organizo el altar y rezo mis oraciones. Agradezco al Gran Sol la fortuna de este día, encomendándome a Él, a Shu, el Viento, a Sia, la percepción abstracta… rogando me den la fuerza suficiente para afrontar la nueva jornada, me ayuden a cumplir mis obligaciones y me mantengan firme ante la furia de la Reina.

Camino por el pasillo. El viento mueve las sedas y algodones que, tímidamente, evitan la entrada del sol por las grandes aberturas de las paredes. Trae cierto fresco desde los jardines por los que el río discurre calmo. Hay  movimiento  desde antes del amanecer.  El palacio jamás duerme.
Al fondo, en los aposentos reales, ya se escucha la voz airada de la Reina y a su servicio, moverse nervioso. A veces parecen pollos sin cabeza, corriendo de un lado a otro. Su furia hace temblar a los mismísimos dioses y hasta las arenas del desierto huyen de palacio. Su carácter es tan agrio que el baladre es dulce a su lado, sin decir de su lengua viperina. No hay quien se salve de sus humillaciones.  Solo la acalla el Rey.
Al hacer acto de presencia ante ella, bajo la mirada y me inclino ante su figura. Antes de que me haya puesto erguida, me habrá hecho una retahíla de preguntas acerca de todo... que habré de responder antes de que termine su larga lista. Y no todo será de su agrado.

Antes del Ocaso, habré muerto tres veces, habré sido repudiada seiscientas veces,  maldecida unas pocas más y  amonestada hasta el infinito. Y vencida la noche, oraré de nuevo a los dioses y recibiré sus mensajes y soy, quien al final, sin levantar la voz, con el misterio de la palabra, con el don de conocer el principio y el final, la magia..., controla los designios de mi Reina, de mi Rey y del Gran Imperio de Mi Dios Ra, de los vivos y de los muertos.
Ha en mí los dones otorgados por los Dioses.

Ainoa, desde su blog, "Hidden Words",
nos propone un viaje al Antiguo Egipto.
Más viajes, más personajes... Ahí.

8 de agosto de 2016

Mi fe: 
Se despuntan alas en las que brilla el oriente de mis aguas, 
lloviznas que traen arenas del desierto en el cauce de mis oasis. 
Brillan pupilas irisadas de luz de luna, 
de brumas nacaradas que humedecen tus sombras calladas, 
prometidas del viento, 
amarradas de salitre, de tierra mojada y sueños desorientados… 

Tu fe: 
Dibujas las líneas trazadas en el tiempo que nunca se perdió, 
que fue pasado sin pasar, presente discontinuo, futuro… tal vez… 
Aleteas en el mar que te ampara, 
en la soledad que reclamas en el paraíso de mis vértices, 
salpicado de deseos incontenidos, incontenibles, bramados a lo oscuro… 

Nuestra fe.
 Nuestro Credo:
El tiempo sin tiempo. 
El límite derramado en suspiros y anhelos, 
en el nocturno crepuscular que se vence sobre los arreboles 
y desnuda la piel que cubre los huesos de estas almas nuestras. 
La arena, noctívaga en cuarto creciente, 
se viste de pétalos rojos que emergen 
el hechizo de este Destino sostenido de los arcángeles, 
en este hado impregnado entre piedras y angostos senderos, 
caminos de barro y sal que bañan las heridas que se contienen en silencio.


Más fe en 
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5 de agosto de 2016

Inmarcesibles...

Silencio... 
Ese beso que se clava entre mi deseo y tu roce.
Palabra callada de tu caricia en mi mirada.
Eco... 
El tañido de tu alma en el estrépito de este latido.
Enredo... 
en tus ramas como el ósculo que se pierde en el vértice de tu lengua.
Sed... 
de las mareas de mis entrañas cuando sumerges 
y enervas en mis aguas tibias en la danza de tu carne, arriaz salvaje.
Vestigios... 
Suspiro elevado del placer y de la dicha...

Infinito...



1 de agosto de 2016

Acuarela...

Siento la oscuridad envolviéndome y los latidos de mi corazón golpeando mi pecho como si dos caballos trotones pisotearan sobre él. 
Sé que la oscuridad es un sin sentido de tiempo y espacio pero también es donde todo se siente de una forma especial.
A falta de la vista se agudizan el resto de los sentidos. Mi piel se eriza. Está alerta.

Mientras yo, trémula de incertidumbre siento mis propios pulsos, intuyo a alguien a mi lado. No demasiado lejos. Puedo percibir su respiración. Es pausada. Me inunda un perfume. Una mezcla de madera, almizcle y algo fresco, afrutado… Y mi mente empieza a hacerse un cuadro de todo cuanto puede rodearme. 

Abiertos los ojos, reflejada en el espejo de sus ojos, mi piel desnuda se había vestido de acuarelas como arenas de oriente y mar nocturno, enervada en una constante luna sharaui. Me había convertido en segmento tatuado de sus dedos y de su boca, de su ánima y de su carne, de su voluntad y destino. 

Acuarela de sentimientos. 
Acuarela de sensaciones… 
Emociones desvirgadas… 
Silencio tañido de ósculos perpetuados.


Esta semana, Sindel, desde su blog
nos invita a pintar acuarelas
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