En el telar de mi ser, entrelazo las letras que brotan de mi alma, tejidos de sentimientos y emociones que danzan sobre este lienzo negro que mi pluma transfigura. Anhelo que cada palabra, cada trazo, trascienda y se convierta en eco en tu ser para fundirte en el velo mágico de mi memoria. Que mis versos sean puentes que nos unan en un abrazo sólido, y que mi tinta sea un testigo del vínculo que florezca entre tú y yo. En cada línea trazada, en cada verso susurrado, te escribo con el alma para que en el tapiz de nuestras historias encuentres el eco vibrante de mi ser y la esencia de este nuestro encuentro. Que mis letras sean hilos de un lazo indisoluble entre tú y yo, donde el tiempo se detenga y la eternidad se haga presente. En cada palabra entrelazada, en cada estrofa compartida, tejamos juntos la trama de un sentimiento duradero, donde nuestras almas se encuentren en todos los rincones de esta bella historia.

12 de enero de 2023

Sazón...

Un Jueves, Un Relato
El tiempo que se escapa


Fluye el tiempo como ese deseo inalcanzable 
y, sin querer, consumado, 
como la eternidad plena de un suspiro, 
como el albor al acabar la noche.
Se hace agua y pisa arena,
arena que se eleva cual montaña que arrastra la edad...
Y se hace eco.
Eco en el vacío que se llena de remembranzas tardías y adormecidas.
De estelas que envuelven la vida y su destino:
rocío bajo lágrimas de fuego 
fugándose a la sazón del alma.


Mi aporte poético (77 palabras) para la convocatoria juevera de Inma desde su "Molí del Canyer", donde puedes encontrar los enlaces a otros tiempos que se escapan.

1 de enero de 2023

Doce campanadas...

Seis y veinte de la tarde. La invitación al baile de fin de año de Monsieur Dulce llegaba un año más. Sonreí y agradecí, confirmando mi presencia. De nuevo elegancia y sencillez en su presentación.

Habrá que ponerse el ajuar de la noche y destilar sensualidad desde la primera mirada hasta la última huella dejada al abandonar aquel salón donde las máscaras, ya caídas, resonarán como un eco en cualquiera de aquellos cuartos donde la magia se volvía caricia perversa o deseo consumado. 


Los velos cubren la noche como un misterio insondable y la magnificencia del lugar provoca un estallido en el pecho. Mis pasos, seguros, atraviesan el soportal. Se desdibujan bajo el hálito de una noche fría y estrellada. La música se escucha al fondo, tras las puertas que se abren de par en par ante cada anunciada llegada. Mi nombre se escucha rotundo y las miradas, al igual que se han dirigido hacia los demás, se fijan en mí. O tal vez no sea en mí, sino en la desnudez que se intuye bajo el chantilly rojo que me arropa. La piel es un tapiz escandaloso ante los ojos gazmoños como ante los lascivos.

Monsieur Dulce aparece sereno, con la mirada clavada en la mía. Sus pasos son tan pausados como firmes. Su sola presencia embriaga. Un ligero rumor aletea en la sala, por encima de la música que da la bienvenida. Una leve inclinación de cabeza a modo de atención. Unas palabras escuetas y un besamanos que, aunque no se estila, él lo impera con sus invitadas. Al tiempo, sutilmente, deposita una llave en mi mano. Pareciera que todas ocultan lo mismo. Es un juego donde el instinto más perverso, estoy segura, ha de ganar pues he aquí sus Dominios.

Bebidas y viandas, exquisiteces de bocado para el paladar, se extienden a lo largo y ancho en mesas soberanamente montadas. Nos podemos reconocer los unos a las otras, las unas a los otros, bajo las máscaras. La lista de invitados se va completando conforme se acerca la medianoche. Y como Cenicienta, antes de la doceava campanada, desaparezco por una de las escaleras, dirección a los abismos donde la perversión y el juego se abren tras aquella puerta y se confesarán los placeres más oscuros y los juegos intensamente depravados.  Arriba, la algarabía se funde con la entrada del año. Sueños y esperanzas se bañan en burbujas. Aguardo la luz del Señor desnuda de mis sombras, tallada frente a una cruz en aspas para cabalgar amarrada a un rosario de eslabones sobre un mar enfundado en cuero y nudos, para percibir mil caricias que quemen mi piel y la marquen a fuego en un silencio que, olvidando su sepulcro, se convierta en gemido y anhelo siendo, esto, brindis reservado para el Pecado. Ahora, solo cabe orar a la madrugada y un nuevo despertar sobre la carne entregada.
Amén.





Gracias, Mi Estimado Dulce, por otro magnífico baile.
Feliz Año para ti y para todos los asistentes; para quienes me han acompañado a lo largo de estos 365 días; para quienes hemos bordado sentimientos con puntadas de letras 
y hemos rubricado, un año más, esta hermosa amistad y camaradería; 
para quien desee la calidez de una sonrisa y el abrazo de un gesto; 
para quien, sabiéndolo y sin saberlo, es parte de mí y de todo este universo.
Por un Nuevo Año lleno de ilusión, de ganas, de sueños... 
y de muchas realidades que ir marcando en el calendario. 
©ɱağ