En el telar de mi ser, entrelazo las letras que brotan de mi alma, tejidos de sentimientos y emociones que danzan sobre este lienzo negro que mi pluma transfigura. Anhelo que cada palabra, cada trazo, trascienda y se convierta en eco en tu ser para fundirte en el velo mágico de mi memoria. Que mis versos sean puentes que nos unan en un abrazo sólido, y que mi tinta sea un testigo del vínculo que florezca entre tú y yo. En cada línea trazada, en cada verso susurrado, te escribo con el alma para que en el tapiz de nuestras historias encuentres el eco vibrante de mi ser y la esencia de este nuestro encuentro. Que mis letras sean hilos de un lazo indisoluble entre tú y yo, donde el tiempo se detenga y la eternidad se haga presente. En cada palabra entrelazada, en cada estrofa compartida, tejamos juntos la trama de un sentimiento duradero, donde nuestras almas se encuentren en todos los rincones de esta bella historia.

28 de septiembre de 2015

Todo mi Ser...

 Me tiembla el cuerpo por dentro cuando te veo acercarte así,
 apasionado, con decisión, con todas las intenciones… 
y, aun sabiéndolo, casi sin opción, te lanzas sobre mí…
Siento tus brazos aprisionándome contra tu pecho, 
atrapándome en la mejor de las cárceles forradas de tu piel; 
notar tu cuerpo tensionado; 
sentir nuestros centros tan pegados que percibo la firmeza en tu pelvis, 
perdiendo casi la razón cuando tu aliento consume el mío,
 palpitando ese deseo que nace en ti, embriagándome
 y embrujándo mi Ser de tal forma 
que te vas apoderando no solo de mi cuerpo,
 sino también de mi mente..., 
de todo mi Ser… 


24 de septiembre de 2015

Refugiado... pero sin refugio...

Giro la llave en una casa sin puerta ni cerradura. Dentro, entre las cuatro paredes de una patria que no me otorga lo que merezco, nada hay. Nada que me salve. Nada que me diga: ¡Quédate!
Al contrario. Me grita, me vocifera, me alienta a irme, a que me aleje de ella. Ya no me puede dar lo que necesito. Ya no me quiere. Dejé de interesarle.

Y en el hatillo me llevo lo único que me queda: Mi dignidad y mi vergüenza, mis miedos e incertidumbres, mi vida y un manojo de billetes enrolladlos y sujetos con una cuerda; la cuerda que atará mis viejas zapatillas, las que horadarán el suelo que me acerca… ¿A dónde? ¿A mis sueños? ¿A un poco de esperanza? ¿A un corazón patrio que me ame, que me acoja? ¿A qué?
Solo sé que he de huir de aquí. Dejarlo todo sin mirar atrás. Con la pena de no saber si podré volver. Con la rabia de saber que todo lo perdí y nada pude salvar.
Me voy con tristeza, como tantos miles, pero con el ánimo que tiene quien ya no puede perder más, quien ya ha saboreado las hieles de la de desesperanza, de la injusticia, de tantas cosas que laceran el alma que ya no caben más heridas.
Con los ojos rojos de tantas lágrimas derramadas, de tantas madres, de tantos hijos, de tantos padres… Me voy con el sonido que corta el viento y hace temblar la tierra. Me voy queriendo dejar atrás la locura de los que se creen justos dioses… ¡Por el nombre de Allâh!

A ti imploro, ¡oh, Misericordioso!, que me acompañes en este camino de espinas. Hazme digno de tus indulgencias. Ayuda a que mis pasos dejen huella para otros, que mi aliento sea ánimo y esperanza; que mi alma recupere la paz que necesita… y mi vida, la dignidad que perdió.


Y aquí, en esta patria que no es la mía, pero he de hacerla como tal. Entre esta gente que no es mi gente pero he de mirarla con el respeto que le debo por acogerme; que me cura las heridas, alimenta mi estómago vacío y seca mis lágrimas, tornadas ahora en el halo de la esperanza y la alegría pero que se siguen resbalando por mis mejillas ante este miedo que siento en tierra extraña… Aquí y ahora, nace una nueva esperanza. Una nueva vida.
No va a ser fácil… Pero esto es hoy. Mañana… no sé… Tal vez también la patria nueva se olvide de mí, de tantos como yo… Pero merezco una oportunidad y lucharé por ella… Y por la sangre derramada, por las almas perdidas…, por las esperanzas rotas…

Por mí: Un refugiado sin nombre.

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Esta vez tocamos un tema muy en actualidad, tristemente, aunque ha existido desde siempre, pero este éxodo me hace recordar cosas que solo he vivido en películas. Desde la convocatoria realizada por Nieves, a través de su blog, “Matices de colores”,(click) nos solidarizamos con tantas personas que han de abandonar su patria de forma violenta.
Cabe decir que mi visión es algo utópica.

21 de septiembre de 2015

(B)estales...

Réptame, culebrea, serpentea, zigzaguea… con tus manos sobre mi piel que yo inventaré la mayor de tus realidades. Ni besos, ni caricias, ni el aliento que sea hoguera de tus labios, ni mi lengua la fusta que replique a la tuya… Ni el cruce de mis piernas atrapando tus caderas como yugo del que no intentas zafarte… porque te bastas tú solo para rendirme… para sacar de mí la Hembra absoluta que te sofoca, que te hace sudar, que no te reniega pero tampoco te confiesa…

Me sabes Tuya, tu Vestal, si palabra alguna. Eres Mío con tus actos. Nos renegamos. Nos maldecimos en mil y unas palabras consensuadas sin previo trato alguno.

Somos en ese Tú y en ese Yo, dos cuerpos que se entregan, que se desean, que se piensan en silencio y replican en gritos, en gemidos, en ese desasosiego del querer y no poder, del estar por no ser y der ser por estar… Dos almas perdidas bajo la piel, bajo la paja de los huesos, bajo los silencios que encrespan, bajo los deseos de tenerse, de someterse mutuamente en la negación de ello, lo que hace que nos elevemos, nos ansiemos todavía más… En cada ausencia… Y en cada entrega…


17 de septiembre de 2015

París, 1910...

Las inundaciones de finales de enero me obligaron a retrasar mi visita Londres.
Habían sido días muy complicados. Las lluvias no cesaron en meses. Mientras París hervía culturalmente, y más a puertas de aquel estreno teatral, el Sena bullía en frío.
En el teatro de la Porte de Saint-Martin estaba prevista la representación de Chantecler, lo último de Cyrano de Bergerac. Pero, ante todo pronóstico, las manos no serían para aplausos.

El Sena había comenzado a crecer con la misma rapidez o más de lo que lo había hecho en la última gran inundación de 1658. Eran habituales esos inviernos largos y húmedos pero tanta lluvia... había hecho crecer los afluentes de manera exagerada, inundando las afueras, aunque nunca lograron desbordar al gran río.
Fue curioso, y muchos tacharon aquel incidente como una señal divina, como un aviso de que algo malo iba a ocurrir. La mayoría de los relojes públicos de la ciudad se detuvieron aquel día unos minutos antes de las once de la mañana. El agua había logrado inundar la central eléctrica que los alimentaba e impedía que suministrara el gas comprimido que los hacía funcionar. Aquello hizo que nos diéramos cuenta de que la crecida del río era una grave amenaza para París. Los periódicos hablaron de ello refiriéndose a la situación como una gran catástrofe: "La terrible semaine". Y, en realidad, así fue.

Las calles supuraban el agua que el alcantarillado no daba abasto a tragar, y corría a través de los túneles como si lo hubiera hecho toda la vida, convirtiéndolas en auténticos ríos de adoquines levantados. 
Sin luz, con apenas suministros, con algo de leña para calentarse...

Los barcos habían dejado de ir por el Sena debido al elevado cauce que rondaba la altura de los puentes. El  del Alma era una línea de piedra cruzada en medio de un mar dulce y marrón que llegaba a cubrir al guerrero Zuavo. Edificios públicos e iglesias se habían convertido en repentinos refugios y nos movíamos por la ciudad a través de aquellas pasarelas o bien por los barcos dispuestos para emergencias.

Aquello se convirtió en horas en un auténtico caos. Y dentro de él estaba yo.



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Esta semana, para el relato de los jueves, Juan Carlos, a través de su blog “¿Qué te cuento?”,  nos invita a practicar la descripción. Yo he elegido este momento de la historia de París. 

14 de septiembre de 2015

Sentirte... Sentirnos...

Siento tu mirada clavándose en mí, desde los miles y los escasos segundos que nos separan. 
Tus manos, sin tocarme, me desnudan. Tus labios, aún perdidos, se posan sobe los míos...
Y nos percibimos sin tocarnos. Se nos eriza la piel. Nos late el corazón... Y suspira el pensamiento.
Un instante después, siento el roce de tu mano en mi espalda y seguido, ese abrazo; ese abrazo que me rodea entera y me deja dentro de ti...
Y miro el cristal mientras fuera cae la lluvia. Nos veo reflejados, y noto tus labios en mi cuello con esos besos quedos, tranquilos pero que se alteran solos en la humedad que me arrastra a ese abismo que es perderme en ti...

Sentirme... Sentirnos...
Ser… Sernos…
Eternos…

Y me devuelves la mirada que se refleja en el cristal y la piel se me eriza ante el hambre de tus ojos.
Sentirme... Sentirnos...

7 de septiembre de 2015

Almas del desierto...

Extiendo mi mano  hacia tu pecho, donde late tu corazón, con toda la dulzura del mundo, con toda la mansedumbre necesaria para tocar algo que se puede herir…, con el tiempo a favor, para saber que eres cierto… Te acaricio y te mueves. Comienzas a hundir tus huellas en la arena, a mi alrededor, observándome, trazando esa línea imaginaria que sé que se va a romper cuando tus manos marquen mi cintura, cuando tu pecho se pegue a mi espalda, cuando apartes mi pelo y tu aliento fustigue mi nuca…

Y me susurras “mujer del desierto” mientras tus labios rozan mi lóbulo, mientras tus manos se anclan ahí donde relinchan mis caballos, y deseo que los domes, uno a uno, agarrado a sus crines, silbando al viento que se detiene por momentos… Y la luna nos sigue iluminando, celosa, temerosa de su puesta… Y me giras, y mis caballos conmigo. Y me miras a los ojos de nuevo y en ellos me reflejo, noche oscura, noche diamante… Y me dominas en silencio, con el solo tacto de tu piel, con la brisa de tus besos, con el bálsamo de tu saliva impregnada en nuestros sueños…

Y soy yo, hechicera de los tuyos, leyenda de tu alma…
Y eres Tú, domador de mis corceles, de mi alma… la que cabalga, la que trota… la que danza… alrededor del fuego, en torno a ti...
Misterio, secreto… Sacramento.

3 de septiembre de 2015

La Venganza del Amor...

Gabardiella se llama ella. 
Gratal, él.

Y su amor nació cuando la tierra todavía se elevaba y la magia de los dioses formaban las cumbres y los riscos, las planicies, los verdes valles y las nieves... Y, entre esas montañas, mientras Gratal dejaba sus huellas al caer del sol, sus "ojos" se abrieron al verla a ella. La mortal más hermosa que aquellos habían visto. Y en ese mismo momento, supo que la amaría para siempre. Deseábase su amor y digno de él hacerse. Y ella, así lo vio. No le fue fácil al zagal pues Gabardiella presta estaba pero mal vistos eran estos amoríos por el ignorante Gabardón, padre de la mozuela, pues Gratal, a parte de ser un manguán de poco porvenir, representaba la vejez y la muerte pues  con creces los años de la joven pasaba, y mas nada en común tenían que el hermoso macizo en el que vivían.

Continuas eran las disputas entre padre e hija por cuestiones éstas mientras los amantes vivían su historia hasta que un día, a la amanecida, el intolerante Gabardón, en busca de su amigo Guara fue, arrogante poco pocos y gigante como un mallo. Y, entre ambos, el modo de truncar aquel enamoramiento arguciaron, sin importarles el sentimiento que entre los amantes existía, tan fuerte como las rocas, tan limpio como el cielo de noches estrelladas y tan intenso como el sol.

De este modo,  la artimaña se planeó, y bajo órdenes de Gabardón, Guara  su cayado tomó y, con la fuerza de un dios, de golpe seco,  el macizo montañoso partió de modo que los dos amantes para siempre separados quedaran. Y en aquella brecha, de las lágrimas derramadas de la triste Gabardiella, las aguas del río Flumen nacieron y corren hoy a la foz del Salto de Roldan, convirtiéndose ella en tozal para la eternidad.

Pero antes de que los dioses en monte solitario lo erigieran, Gratal, vencido de dolor, venganza clamó en nombre de ese amor y, ganado ya el ocaso de ese mismo día, mientras Guara, el gigante, plácidamente dormía,  su propio picacho en el corazón no dudó clavarle y de él empezaron a desprenderse trozos de piedra, por la frialdad de ese corazón, que cayeron por la ladera del pico, formando Las Pedreras.
Y así, en esa postura,  petrificado permanecerá para siempre el gigante Guara. 
Ahí, tumbado, mirando al cielo, visto puede ser.

Si os fijáis bien, dado que la calidad de la imagen no es buena, veréis en la sombra del ocaso, la figura yaciente y petrificada de Guara.  Se distingue claramente, entrando en la ciudad por el este y por el oeste. De izquierda a derecha. la cabeza, donde se ve la nariz y la forma de la boca abierta. Se le denomina Fraginete. Le sigue el pecho, llamado Pico de Guara, con los brazos y las manos descansando en el regazo, el faldón de la casaca, ligeramente levantado, y las piernas, conocida esa parte como el Cabezón de Guara, curiosamente.
Sierra de Guara. Huesca. España.




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El texto de este jueves nos lleva a un tiempo de mitos y leyendas de la tierra, en este caso es una de la mía. Parte de esta sierra, aunque por el lado del este, es la que yo veo desde mi casa.
Viene a colación del reto marcado por H. (Perla Gris), Haydée, para mí siempre, en su blog, "et lux in tenebris lucet" al que animo a visitar como hago siempre con l@s anfitriones y l@s participantes.