En el telar de mi ser, entrelazo las letras que brotan de mi alma, tejidos de sentimientos y emociones que danzan sobre este lienzo negro que mi pluma transfigura. Anhelo que cada palabra, cada trazo, trascienda y se convierta en eco en tu ser para fundirte en el velo mágico de mi memoria. Que mis versos sean puentes que nos unan en un abrazo sólido, y que mi tinta sea un testigo del vínculo que florezca entre tú y yo. En cada línea trazada, en cada verso susurrado, te escribo con el alma para que en el tapiz de nuestras historias encuentres el eco vibrante de mi ser y la esencia de este nuestro encuentro. Que mis letras sean hilos de un lazo indisoluble entre tú y yo, donde el tiempo se detenga y la eternidad se haga presente. En cada palabra entrelazada, en cada estrofa compartida, tejamos juntos la trama de un sentimiento duradero, donde nuestras almas se encuentren en todos los rincones de esta bella historia.

2 de marzo de 2017

6

A los pies del  Coloso


Abrí los ojos a duras penas. La luz se colaba por los resquicios de una densa cortina mal corrida. Mis párpados parecían dos losas. Me sentía tremendamente cansada y, por un momento, confundida. Me costó ubicarme.


Abracé la almohada. Olía a él. Me envolvió su aroma.
Yo…, yo, también a él, a su sexo, a su esencia… Tenía mi piel impregnada de él.
Tenía agujetas hasta en el alma porque hasta el alma me había follado. Me desentumecí un poco y mi cuerpo se resintió encima de las sábanas.
Un intenso aroma a café envolvía el ambiente. Y me pregunté si había dejado que el servicio de habitación me viera desnuda sobre la cama. Me entró un repentino sentimiento de pudor… y una convulsión de rabia.

Me acerqué hasta la silla donde estaba su ropa. Quería tocarla, sentirla sobre mi cuerpo. Cogí su camisa, con ese olor tan de él, de su perfume, de su piel… Me embriagué de todo ello, de todo su ser, y sentí que me abrazaba. Sonreí.

Cuando me dijo que le acompañase a Roma, lo último que esperaba es que me fuera a dar aquella noche tan especial. Pensé que sería un viaje más de esos de trabajo, tedioso y largo. Y, realmente, así habían sido las jornadas anteriores. Terriblemente tensas, sin un minuto para relajarse.

Al pasar frente al gran espejo sobre el taquillón, me alcé sobre mis puntillas. Me picaban los glúteos. Con razón. Todavía  tenía  rubores en mis nalgas de las palmadas dadas.
Sonreí con cierta picardía. Sarna con gusto no pica aunque mortifica. Pero sentirme así, atrapada en sus dominios, gozar de ese deseo, de su virilidad, del golpeteo de sus palabras ahogándome las ganas al tiempo que enervaba mis lujurias… Sentirme tan hembra, tan salvaje y tan atrapada en sus garras. Una experiencia indiscutiblemente repetible.

Me serví una taza de café, y me acerqué al balcón cuyas puertas permanecían a medio cerrar. Un sol resplandeciente, con alguna nube en el cielo y al fondo, el Coliseo. Imponente. La ciudad bullía y el café se deslizaba por mi garganta. Me perdía en esa sensación mientras el fresco de la mañana se colaba por debajo de la camisa, erizando mi piel… sin percibir la presencia de Mark acercándose por detrás hasta que su pecho se apoyó en mi espalda. Me sobresalté. Sus brazos se cruzaron en mi cuerpo, y su aliento se fijó en mi cuello.


- No imaginé nunca que mi camisa pudiera sentarte tan bien –me susurró mientras rozaba el lóbulo de mi oreja con sus labios. Mis pechos se irguieron… Su aliento, la sensación de sentirle tan cerca, su erección en mi piel, mi imaginación llena de lujuria. Eché la cabeza hacia atrás cuando sus manos atraparon mis pechos.

- Todavía me duele el culo…
- Eres una floja. Fueron cuatro palmaditas de nada… -aseguró mientras bordeaba la cadera para centrarse sobre mi sexo.- Y todavía estás mojada. Anoche me sorprendiste aunque sabía que dentro de ti hay una viciosilla. Te comportaste como una salvaje y al final cediste como me gusta. Quiero que seas siempre así en mi cama…- musitó, de pausa en pausa, besándome el cuello, mordisqueándome. Noté que me estremecía entera, que mi cuerpo temblaba, que volvía a sentirme húmeda… y solo me había rozado. Sin profundizar más. Abrí mis piernas cuando sentí sus dedos rozando mis labios…- No sueltes la taza –inquirió adentrándose en mí, cerrando sus dedos en torno a mi clítoris que parecía esperarlo con cierta ansiedad. Nada más fue tocado, reaccionó.



Abrió la camisa. Dejó al descubierto mis pechos… Los buscó, los magreó suavemente, despacio…, indagando en la erección de mis pezones. En ellos todavía sentía la tirantez de la noche anterior, la tortura sufrida por sus dientes, por sus labios, por sus manos… Aquellos tirones, aquellas retorcidas… Aquellos gemidos que me había provocado; los gritos que había acallado tapándome la boca, echándome hacia atrás mientras me empotraba una y otra vez…

Ahora, en ese momento, ahí, con Roma ante mis ojos, Mark provocaba mi excitación. Hacía que mi sexo empezara a llorar por sus gestos, por él, por las ganas de ser poseída de nuevo, de entregarme sumisa, completamente cedida, consintiéndolo…

Costaba mantener la taza en equilibrio. Las piernas me temblaban, y las ganas de aferrarme a él, de poder tocarlo, sentirlo…, me turbaban un poco.
Mi respiración se entrecortaba al mismo ritmo que el café retemblaba en su recipiente. Del mismo modo que mi cuerpo temblaba entre los brazos de ese hombre que me había llevado a la realidad de una experiencia mil veces imaginada.

- Si se te cae una gota de café, te castigaré… -me dijo con tanto convencimiento que me revelé. No acepto bien las órdenes y como juego estaba bien pero me sonó demasiado autoritario.
- ¡Deja de decir ya tonterías!  –Y al tiempo que lo decía, él me dio una palmada en el trasero. Entre que no me lo esperaba y que ya andaba con el equilibrio reducido por la excitación, el café se me desbordó de la taza, cayendo sobre la camisa. Le miré y quise ponerme en mi sitio. Me quitó la taza de la mano, con toda la serenidad y parsimonia del mundo, como si ni me escuchara ni oyera siquiera. La dejó sobre la mesa. Me miró. Por un momento pensé que iba a estamparme una bofetada. Su mano se abrió y me agarró de entre las piernas con fuerza, juntando mis labios, haciéndome poner de puntillas y provocando mi quejido. Amén de que estaba resentido de los toques a mano abierta recibidos en la noche. Me tapó la boca con su mano libre. Y juro que sentí cierta desazón.
- No grites… Te he avisado.

Supongo que se dio cuenta del mensaje que con la mirada le envié y aflojó ambas presiones. A cambio, me hizo caer de rodillas. Desanudó la toalla que se ceñía a su cintura, dejándola caer al suelo. Su pene estaba completamente erecto. Ahí, ante mis ojos, a la altura de mi boca. Agarró mi pelo como quien toma una rienda, y me sentí yegua domada, amedrentada por un segundo…
El juego no había terminado.
Me obligó a levantar la cabeza. Se inclinó. Me besó con rotundidad, casi doliendo…

-Ahora me harás caso y no es bueno que protestes… Te voy a llevar a semejante locura que suplicarás más… Abre la boca –ordenó mientras se ponía erguido. 

Obedecí sin rechistar, y no por sentirme amilanada, sino porque dentro de mí emergían unos deseos incontrolables de sentirle, sentirme, complacernos. Todo se me venía de forma natural como aquella arcada que me invadió al sentir su dureza clavada en mi boca. Ahí se mantuvo, probando mi resistencia, percibiendo mi agonía en ese momento. Sentí que me ahogaba… hasta que empezó a retirarse levemente.  Y el alivió se mimetizó con la leve pero decidida bofetada que me dio en la mejilla, mostrándome su dominación o para espabilarme, para mantenerme alerta... No me la esperaba. No contaba con ella y me enfurecí. Me aferré con las uñas a sus muslos. Clavé con fuerza y él empezó a embestirme, a profanarme la boca…
Sin contemplación… Dentro… Fuera…
Con rabia, con ganas… hasta que mis lágrimas se mezclaron con mi saliva…, y esta, con su bálsamo. 
Me lo bebí golosa, hambrienta,  famélica, ávida… mientras en mi mente sentía una liberación especial, un sentir en mi cuerpo se extasiaba el sentido de la suma entrega, de la sublimidad de ser poseída, culminada en un gozo compartido, ajena a todo sentido de humillación, de mal uso…
Sí, me sentí usada en plenitud, por consentimiento propio.

Ese día fue una fecha importante, ocho de noviembre. Mi nacimiento. El primer día de todos los que luego han venido; un día de entrega, de reconocimiento mutuo, una forma de sentir y de vivir nuestra sexualidad, nuestro modo de vivir nuestros encuentros más íntimos. El día que reconocí mi entrega. El día que me hice Suya. El día que no dejó de ser MÍO.

Tema 6-52: Describe una escena de un relato pensando en una fecha significativa para ti y traslada esas emociones a tus personajes.

10 comentarios:

  1. Si, estáis en la Trastienda... pero decidí escribir este relato aquí, aún tomando una vieja idea de EL Tacto del Pecado para plasmar la significancia de una fecha. Todos tenemos una. La más importante es la de nuestro nacimiento. Yo he tomado la mía aunque le he dado una visión muy diferente a la que viví hace muchos años y de la que carezco de recuerdos.

    Mi gratitud siempre por vuestra compañía, por vuestro cariño y por vuestro tiempo.
    Besos enormes.

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  2. Exquisito e incitante relato que va in crescendo… Cada gesto, cada palabra y caricia… te llevan de la mano a tan sublime entrega que va floreciendo a cada latido de piel que exuda placer… Y sin duda, un hermoso escenario la ciudad que los acoge…

    Un verdadero placer, mi querida Mag…

    Bsoss enormes con cariño ♥

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  3. Es un relato que lleva sutil, invade con fuerza piel y alma, Mag
    Muchos besos

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  4. Aún revisionando una vieja idea, lo has hecho nuevo... nuevo de sensaciones, de sentires, de imociones... con muchísima más fuerza, si esto fuese posible, y visto que lo es, sólo tú podías lograrlo.

    Besisssssssssssssssss!

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  5. Despacio y casi en silencio, nos adentras en el relato, nos metemos hasta el fondo y ya no podemos parar. No pares tu tampoco de escribir, nos tienes encandilados. Abrazucos

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  6. Una fecha que tiene un significado y que toma otro ante lo vivido, o tal vez el mismo con otra forma. Ser usada así conlleva el placer de querer darse ante quien usa y abusa con la autoridad concedida.

    Beso dulce Magda y dulce fin de semana.

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  7. Todos llevamos una fecha en la mochila... Mi querida Mag. Te felicito por esta maravillosa escena... Has hecho que cada palabra tuviera la sensación y la emoción precisa.
    Eres grande, preciosa.

    Mil besitos

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  8. Los recuerdos de una intimidad que son el prologo de un nuevo encuentro, igual de intenso.
    Intensas emociones y sensaciones
    Besos con fascinación.

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  9. Hay fechas importantes en el calendario de nuestra memoria que nunca se pueden olvidar.

    Besazos, Mag.

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Sueña porque soñar es vivir y vivir es sentir...