Era su primer empleo y estaba contento. No solo llevaría un poco de dinero a casa, aprendería una profesión y se iba a sentir un poco más útil. Sobre la mesa de la cocina siempre habría una hogaza de pan recién hecha. Se levantaba de noche y cuando regresaba apenas podía dormir. Al principio le costó adaptarse a aquel horario, aquellas temperaturas y a evitar comerse todos los pasteles que salían del horno de leña. Aprendió los secretos de un buen pan y con el tiempo, pasó de aprendiz a algo más y con magdalenas recién hechas conquisto a Adelita. Se sentía el chico más feliz del mundo hasta que ella le dejó y creyó ser el más desdichado, aunque le quedaba el amor por el pan.
Alguien le ofreció progresar. Dejó el horno de pan por una oficina, su ropa siempre llena de harina por un traje de segunda mano, una corbata prestada y la camisa de los domingos como para todos los días. Se olvidó de Adelita y apareció Carmen: una salida los domingos después de misa con la carabina a un lado, un café con leche con churros a media tarde… hasta el primer beso en la verbena del barrio.
De chico de los recados y de sus idas y venidas a la oficina de correos hasta que un día salvó una venta, y, de ahí, un despacho propio: traje de marca, camisa planchada cada día y corbatas caras… dinero en el bolsillo y cambio de nivel de vida, en progresión, hacia arriba: Una vida desahogada. Pero ahí quedaba aún el sofocante calor del obrador, el olor a pan recién hecho, a magdalenas, a pastel de manzana y a aquellas galletas de ingrediente secreto, el que doña Margarita había guardado de su madre, de su abuela, de su tatarabuela...
Y una mañana, como si todo hubiera sido un sueño, volvió a cambiar el traje caro por un pijama blanco y un gorro a lo legionario, su despacho en la Gran Vía por un localito mono en un pueblo de montaña, donde habían nacido sus padres y que ahora empezaba a resurgir. Su visión de negocio, su olfato, no le falló. Con agua, harina y algo de paciencia y tiempo, creó su propia masa madre: su esencia, el alma de su pan. Porque lo suyo no es trabajo, es delirio, es obsesión. Es vocación.
desde su blog “Desgranando
Momentos” donde podéis leer otros textos.
Me ha encantado. Esa vocación de panadero de verdad no se cambia, porque la verdadera vocación nunca se agota. Yo he optado por un barbero muy particular, que he repescado y acortado. Pero viviendo de estirpe, como tu panadero, mi barbero ha salido muy inquietante.
ResponderEliminarUn abrazo
Es interesante el camino del personaje. Conquistar a una mujer le llevó a descubrir su vocación, como ejercerla. Un ofrecimiento de progreso lo llevó a la prosperidad y a conocer a otra mujer. Y ese conocimiento de los negocios lo llevó a ejercer mejor su vocación. Interesante relato.
ResponderEliminarBesos.
Que bonito y que buena lección de vida , volver de donde se fue uno .. precioso me ha encantado .
ResponderEliminarUn abrazo amiga .feliz noche.
Es lo más importante para el trabajo: la vocación, aunque desgraciadamente hoy día existen pocos que puedan trabajar en ella, hay que hacerlo en lo que salga, aunque no se tenga vocación para ello.
ResponderEliminarPodría ser real, aun quedan valientes que cambian dinero por afición, por libertad. Bien construida la historia, hemos simpatizado con el protagonista. Abrazossss
ResponderEliminarHistorias como la que cuentas hay muchas, personas que casi sin nada llegaron a plasmar sus ideas y sus esfuerzos dieron frutos llegando a materializar ese sueño siempre latente. Un relato sencillo y ameno.
ResponderEliminarBeso dulce Mi Estimada Magda.
Que imaginación, que bonito Mag en cada detalle de tu relato
ResponderEliminarnos adentras
Besos enormes y bello dia
Con esos aromas, ese afincarse en el pueblo, el seguir la vocación...ha hecho de esta lectura un momento de regocijo para el alma y para el cuerpo (y que engorde, pero esas magdalenas...)
ResponderEliminarMe encantó. Un abrazo.
Me quedo con los trabajos que son vocacionales.
ResponderEliminarBeso de profesional.
Una historia conmovedora donde uno se hace así mismo, como ese pan que siendo solo ingredientes acaba siendo forma y alimento en la vida.
ResponderEliminarMe ha encantado, Mag...
Mil besitos que te lleguen y feliz tarde ♥
Me ha gustado mucho como has construido la historia y el final de cuento. Felicitaciones.
ResponderEliminarUn beso.
Precioso!! No hay mejor cosa que trabajar haciendo lo que uno desea...
ResponderEliminarUn relato muy, muy bonito.
Muchos besos.
No lo culpo , pocas cosas son mas satisfactorias que trabajar en lo que amas y sentir que produces algo con tus manos , es muy gratificante, mucho mas que una oficina. Un abrazo
ResponderEliminarLo más satisfactorio es trabajar en lo que a uno más le guste.
ResponderEliminarQué buen relato, y me ha encantado cuando dices que ... creó su propia masa madre: su esencia, el alma de su pan... esa frase es hermosísima.
Un beso enorme.
Me ha encantado tu relato. Nos has mostrado la experiencia vital de tu protagonista, siempre añorando su primer oficio, su verdadera vocación, esa a la que vuelve ilusionado, dejando a un lado el traje y la corbata, esos signos externos que le encorsetan y oprimen.
ResponderEliminarGracias por sumarte a mi convocatoria.
Un fuerte abrazo.
No veas como lo comprendo, el pan en casa lo hago yo, y los pasteles y las madalenas y es que ese olor a pan caliente no se encuentra en ninguna oficina. Es precioso, besos.
ResponderEliminarHermoso y con un gran mensaje. No hay nada mejor que esa vocación innata, esa elección del camino que más nos aporte, porque solo así, se refleja en ese trabajo realizado, el amor con el que lo confeccionamos.
ResponderEliminarMe ha encantado, mi querida Mag.
Un abrazo grande, y muy feliz finde 💙
Qué acertada fue la decisión de tu protagonista! La primeras fantasías nunca se olvidan, como un primer amor. Espero que la vida me regale algún día la fuerza de neorrural.
ResponderEliminarUn besote
Nunca es tarde si la dicha es buena, dicen. Después de probarlo todo y prosperar, al final el protagonista vuelve a sus esencias y principios, con sus energías renovadas y con más ganas de trabajar que nunca.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho
Un abrazo
Me has emocionado, me recordaste a mi padre y mi infancia.
ResponderEliminarUn beso, amiga
Que bonito amasar el futuro desde el pasado. Me llega el olor a pan recién hecho.
ResponderEliminarUn beso
De una u otra forma, el amor nos empuja a tomar decisiones... que, muchas veces, tienen recompensa...
ResponderEliminarLamento la tardanza en responderos pero por motivos personales me veo alejada de las redes. Prometo volver lo más pronto posible y ponerme al día en todo: en leeros y comentar vuestras creaciones.
ResponderEliminarAsí que os dejo mis mejores deseos, saludos en abrazos y besos y cuidaros mucho.
Millones de gracias por acercaros hasta aquí, y os veo en breve.
¡Buenas Mag! Te leo a destiempo, pero aun así espero que todo te vaya bien, y sino... ¡mucho ánimo! :3
ResponderEliminarMe gustó muchísimo tu relato; tan tierno como el pan que cocina tu protagonista. Y es que al final, es la vocación y la pasión lo que debería primar cuando trabajamos.
Un besazo