Había
oído su llamada desde lo profundo del mar, a través del tiempo y del espacio.
Siempre le había escuchado por alguna extraña, curiosa o ancestral conexión
entre Ella y Él, tal vez porque ambos tenían en común un Elemento de la
Naturaleza: El agua. Y esa misma conexión entre ellos ha sido siempre la que
los ha mantenido alejados.
Son
dos Universos dentro de otro universo. Él es mar. Ella es arena del desierto.
Él es un Dios. Ella una Reina por derecho y, tal vez, por nacimiento.
Proclamada Diosa por miles de hombres. Dominadora de los Cuatro Elementos.
Hechicera de Almas.
Pero
Él ya no es lo que era. Él se ha vuelto iracundo, renegado de sus propios
sentimientos. Vanagloriado en otros tiempos, la Dama Negra, malvada entre las
malvadas, tan cruel como amable por intereses, ha hecho de Él una sombra,
espuma negra de las bravías aguas que lo vieron nacer y que ahora lo refugian. Ella
lo cambió. Lo envileció. Ahora, el gran Dios, el gran Señor de las Aguas, huye, huye y huye y
se muestra desorientado ante lo nuevo que su corazón late.
Desde
su palacio de corales y oro implora. Y desde aquella primera ocasión en la que, tomada su forma humana, el destino en su mágico designio hizo que se cruzara con Ella, ha estado gritando en silencio, en lo profundo
de su corazón y de su alma, su nombre: Tormenta.
Tormenta
es lo que Él siente dentro de su alma. El mar ruge con fuerza pero no está
vivo. Simplemente se mueve… y, tal vez, sea por Ella.
Ella,
su Reina, su Princesa de las Arenas, la Señora de sus Elementos. Solo Ella
puede salvarlo.
Y
ahí está Ella, amparada en lo alto de
la montaña de roca, vestida solo de sombras de noche y luz de luna, reclamando su
presencia; y ahí surge Él, Neptuno…, Poseidón, eternamente, Él, cabalgando las olas en sus caballos blancos nacidos de la
efervescencia de las aguas. Clava su tridente en la arena. Levanta la vista. La
busca…
Ella
aparece frente a Él. Se miran. Mil rayos, mil truenos…, florecen en la noche
cuando sus manos se unen. Los ojos de Ella se vuelven del color de la Tierra
que Él ama. Los de Él dejan de tener ese triste vacío y se tornan tan
turquesas como las aguas que lo visten.
El mar
se embravece. La oscuridad es más oscura en ese momento previo al alba. La luna
se retira. Un nuevo horizonte está naciendo.
Y ellos,
amantes eternos, renacen en piel y huesos del agua que un día los engendró. Ahora
son dos simples mortales con el tiempo limitado… pero un día, la
historia, hablará de ellos dos.
Ella , su
Hechicera.
Él, su Señor de los
Océanos.
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Esta semana,
el Relato del Jueves nos lleva de
la mano de Demiurgo a través de
su blog,
al mundo del comic, de los fanfictions…, coincidiendo con el tercer aniversario de
su espacio.
Recomiendo
con creces visitar su blog, así como el de los demás participantes, pero he de
reconocer el tiempo, esfuerzo y trabajo invertidos en este reto.
Me permito desde aquí felicitarte, Demi.
Es como esas leyendas milenarias, que hablan de amores tormentosos. Lo haces muy bien.
ResponderEliminarBesos de dulce.
Muchas gracias, Dulce.
EliminarMe gustan las historias milenarias y con enjundia. Estos grandes amores que son imposibles pero que se han de vivir sí o sí porque andan escritos.
Gracias, insisto, por creer en mí.
Besos.
Interesante referencia de comics de Marvel.
ResponderEliminarY que interesante historia que escribiste, una relación tan intensa y sensual.
Te agradezco tus felicitaciones.
Besos.
Hola, Demi. Que te parezca interesante viniendo de ti es como obrar en mí un milagro. Sí supieras lo complicado que me ha sido centrarme en esta historia. He tenido que ignorar todos los detalles porque el comic y estas cosas no son lo mío. La mitología lo llevo mejor.
EliminarMuchas gracias por tus palabras, Demi. Nos vemos por ahí.
Un beso enorme.
Que bello te ha quedado ella su hechizera, el su señor
ResponderEliminarcon el hechizo de la luna envolviendo tu relato
Besos muy dulces
No me puede faltar la luna. Es como mi sino. Y bueno, él es un dios y ella vale mucho.
EliminarGracias, bonita, por tus palabras.
Un beso muy grande.
Conozco muy bien el blog de Demiurgo, maravilloso blog, por cierto, y ya le felicite ayer por su tercer aniversario bloguero.
ResponderEliminarQué bonita la historia que has creado, como dice Demiurgo, una relación intensa y sensual, así la veo yo también, me encanta cómo escribes, nos hechizas con tus letras.
Un besazo, guapísima.
María, tú sí que hechizas que, a veces, no sé qué decirte...
EliminarLa historia puede ocurrir en cualquier momento con otros cuerpos, con otros ojos, pero con las mismas almas.
Muchísimas gracias, en serio.
Un besi.
Me he visto trasladada a la mitología gracias a tu relato, Mr ha gustado mucho la historia que has creado. La fuerza, la nostalgia y sobre todo el sentimiento que has dejado suspendido entre tus letras. Precioso, Mag.
ResponderEliminarMil besitos, preciosa y feliz jueves.
Hola, Aurosa.
EliminarEscribo con la intención de hacer sentir y trasladar a quien me lee ahí a donde yo he llegado. Si lo he logrado, me felicito también.
Un beso enorme, niña. Feliz día. Nos vemos.
Encantador, un súper relato mitológico al borde de un apasionado vendaval. Neptuno no pudo resistirse a la fuerza, la ira y la pasión explosiva de una tormenta perfecta.
ResponderEliminarSaludos
Hola, Yessi. Gracias por pasarte por aquí.
EliminarSí, realmente, es como tú dices. No se pudo resistir al final pero se autocastigó al no reconocerlo a su debido tiempo, prefiriendo dejarse herir por quien no le merecía.
Un beso enorme. Y lo dicho, mil gracias por tus palabras.
Neptuno debería danzar bajo esa Tormenta, purificarse con sus aguas, y renacer por y para ella... si sólo lo hiciera...
ResponderEliminarUn besote hermosa ...el resto lo sabe(mo)s.
Pero no siempre se hace lo que se debe. La vida es así. Te pone cosas en bandeja, que merecen la pena y las dejas pasar.
EliminarSería cómo por qué conformarte con una flor si puedes tener un jardín. Pero...
Un beso enorme y un abrazo bien fuerte.
Como dices el reto era difícil y lo has superado con creces...me ha gustado muchísimo la tormenta que explicas y la que no...esos amores salvajes, pasionales, telúricos...yo, si te soy sincero también creo que en esos momentos los dioses se convierten en hombres y los hombres y mujeres en dioses y diosas...pocas cosas tan sagradas...
ResponderEliminarBesos
Poco me queda añadir, Max. Es cierto eso que dices. En un momento dado somos ese dios o esa diosa para otra persona y hacemos lo divino y lo humano por ese amor, por esa tormenta que nos mueve todo por dentro.
ResponderEliminarGracias mil por tus palabras y por venir a visitarme.
Nos vemos el jueves que viene.
Un beso enorme.
Sinceramente no sé qué decir.... Me ha encantado...
ResponderEliminarUn besazo, mi Magda hermosa!!!!
Ivel... Ya lo has dicho todo. No hace falta más...
EliminarUn beso enorme, guapa.
Me ha gustado el ambiente entre mitológico y místico que tiene tu relato.
ResponderEliminarEn cierto modo todos somos dioses y diosas. Atribuimos a estos seres que creamos con nuestra imaginación poderes para controlar los elementos de la naturaleza o cualidades como la inmortalidad y, curiosamente, siguen siendo como nosotros, con nuestras pasiones, nuestras debilidades y nuestras equivocaciones.
Saludos.
Hola, Ibso, Bienvenido de nuevo a esta casa.
ResponderEliminarEn realidad, los dioses no dejan de ser más que un invento humano para castigarnos o premiarnos según nos dé, para atribuirles como tú dices todo eso y potestad para hacer lo que de otro modo no estaría permitido. Pero ser dioses y diosas de este modo, pasionales, sin hace daño a nadie... Quiero se diosa.
Besos grandes. Gracias por tus palabras. Nos vemos.