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… Qué es la locura si no un raciocinio profundo. Porque los actos de locura en
el fondo no son actos sin sentido. Son una liberación, una forma de ver las
cosas un poco apartada de la corriente general. Un gesto espontáneo, un
arrebato, algo que te hace feliz… y no significa estar loco… Pensad en un momento
qué locura haríais, qué os movería a hacer eso que os pasa por la
cabeza, eso que reprimís hacer pero que, en el fondo, desearíais.
Y mientras escuchaba
sus palabras, asentía con la cabeza, asimilando toda su exposición. Ese pensamiento
hizo filigranas en la mente. Y es que el tío me ponía. Un físico interesante,
una mente inquieta, un punto canalla, un toque pausado y tierno… Aquellas
miradas delatadoras eran como la luz de un faro en medio de una noche sin
luna.
Anoté mi
número de móvil en un espacio en blanco del tríptico publicitario. Me levanté
con decisión de mi asiento. Sin dejar de mirarle, crucé el pasillo central que
separaba ambos bloques de butacas. Los tacones resonaban a mi paso. Y, en medio
de la expectación que mi acto produjo, le planté el papel sobre sus
anotaciones. Aguardé unos segundos, aguantando la mirada, mostrándole un gesto
altivo y seguro, y me alejé con toda la calma que me era posible hasta salir de
la sala de conferencias.
- Este es mi momento de liberación, de locura…
¿te atreverías o lo tuyo solo es propaganda y bla… bla… bla…? 555.666.777
Aquel
mensaje de mi puño y letra repicaba en mi mente produciendo un extraño
acaloramiento. Un azoramiento entre vergüenza y deseo de producirse. Fui hasta la
cafetería que había al otro lado del hall y me pedí algo de beber para calmarme. No tardé en recibir un mensaje.
- Si me hubieras dejado tus bragas sí hubiera
sido un acto de locura… Lo de tu número es una invitación para quedarme con
ellas.
Me quedé
impactada. ¿Cómo iba a imaginar un mensaje así? Era un caradura, o, simplemente, trataba de quedarse conmigo y ponerse
a la altura de mi descaro. Escuché el sonido de los asistentes abandonando la conferencia. Decidí irme. Lo vi siendo el centro de atención de un pequeño grupo. No miré atrás. Me alcanzó un poco más allá, bajo la sombra del falso cerezo. Se produjo un silencio. Nos miramos a los ojos:
-
Señorita, creo que tenemos una cita pendiente… ¿Se atreve usted o solo me va a regalar el bla… bla…
bla…?
Relato perteneciente a la propuesta de este jueves presentada por Pepe