En el telar de mi ser, entrelazo las letras que brotan de mi alma, tejidos de sentimientos y emociones que danzan sobre este lienzo negro que mi pluma transfigura. Anhelo que cada palabra, cada trazo, trascienda y se convierta en eco en tu ser para fundirte en el velo mágico de mi memoria. Que mis versos sean puentes que nos unan en un abrazo sólido, y que mi tinta sea un testigo del vínculo que florezca entre tú y yo. En cada línea trazada, en cada verso susurrado, te escribo con el alma para que en el tapiz de nuestras historias encuentres el eco vibrante de mi ser y la esencia de este nuestro encuentro. Que mis letras sean hilos de un lazo indisoluble entre tú y yo, donde el tiempo se detenga y la eternidad se haga presente. En cada palabra entrelazada, en cada estrofa compartida, tejamos juntos la trama de un sentimiento duradero, donde nuestras almas se encuentren en todos los rincones de esta bella historia.

31 de diciembre de 2020

El Baile

Por estas fechas, el buzón se convierte cada día en el mapa del tesoro. Descubrir la tarjeta de invitación de Monsieur Dulce para su Baile de fin de año es un acontecimiento que conlleva una catarata de emociones y sensaciones. 
Abrí el sobre con la impaciencia de una niña que espera el mejor regalo. Sencillez, concisión, ese toque tan suyo..., tan personal, tan elegante, tan agudo.



Cae el atardecer bajo un cielo arrebolado y colmado de nubes. A través de los cristales de mi ventana, la ciudad se define con un perfil sombrío que aligera el brillo de las luces. Mi vestido, tan negro como el alma de un diablo, tan lleno de arabescos como el infinito de un enigma y tan sutil como descarado, queda pendiente sobre la cama. Un toque de color para arropar mi desnudez. Un aroma profundo para ambientar mi piel y dejar la esencia que pretendo: Embriagadora pero sin aturdir. Huella innata de aquello que se desea y acaricia con Pecado.


Aún siento la sinuosidad de su caricia ovalando mi rostro. Ese roce de su piel encarnando el deseo. El hacerlo en mí luz de oscuridad, luminaria de un carnaval de piel, de un abismo de puros flagelos en los pliegues de la carne. Saberlo horizonte en la bacanal de mi boca porque el anhelo y la magia de una noche peligrosa esconden enigmas que se acaban por descubrir más allá de las miradas impenetrables, esas que atrapan como un conjuro... indescifrablemente explicable.

Se eriza todo mi ser y el reflejo de mi mirada me habla de lujurias y bendiciones. El instinto ruge pendiente de un baile, de una canción sin letra que despierta a la Hembra, insinuante, escultora de sus ansias leoninas. Sí, efectivamente, ya estoy lista para tentar al Pecado y con un poco de sutil astucia, vencerlo a mi favor, rendir a la fiera y hacer del Macho un yaciente de inquietud latente que le encienda la sangre y revele su naturaleza salvaje.
Sí, estoy perfectamente preparada para enfrentarme al destino de esta noche que brillará con la delicada luz de mil interiores, con el volteo de faldas acompasadas, de punciones enervadas unas, anheladas otras, consumadas... tal vez, y de mil sueños que se harán lascivas realidades o meras ensoñaciones de juvenil reclamo.

Monsier Dulce me digo, ábrame las puertas de sus Dominios que vengo con prisas calmas e inocencia oscura, dispuesta a romper la noche y robarle la mejor de sus sonrisas mientras sus brazos danzan quedos en torno al seísmo callado de mi cuerpo.



Pasados unos días, no podía dejar de agradecer la invitación. Una señorita como yo no puede permitirse el lujo de ser descortés con un caballero del temple de Monsieur Dulce:


Gracias, Monsieur Dulce, por la invitación un año más a su magnífico baile donde ha hecho gala de su perfecta organización. He de decirle que la decoración era exquisita y me quedo sin palabras para definir su fabuloso vino.
Disfruté incomensurablemente de la compañía del resto de los invitados y fue un placer haber coincidido con personas que, usted sabe muy bien, son maravillosas. No cabe duda de que su baile, Mi Estimado Dulce, es el perfecto punto de encuentro para fortalecer el vínculo de amistad que a todos nos une. Gracias, una vez más por hacerme partícipe de un evento tan significativo y por deleitarme con una velada tan agradable e intensa a su lado.
Espero pueda acompañarme uno de estos días a un almuerzo en mi casa y agradecerle personalmente la atención que me ha dispensado.

Suya, 

Mag

19 de diciembre de 2020

Una luz...

Podría escribir esos renglones llenos de guirnaldas e iluminarlos con ráfagas de sonrisas. Y lo hago, desde esta Trastienda donde se columpian todos los sentires que, arrebolados, escaldan la piel,
acarician el alma y ponderan cada latido del corazón. 
Bordo estas letras, desde el mío, para desearos unos días llenos de paz, de serenidad. Unos días que, pese a ser diferentes, atípicos, no dejan de ser especiales.

Millones de gracias, una vez más, por vuestra comprensión, por tocarme la mano desde la distancia, por dejarme el ejemplo de no sentir esta y percibiros como uno más de los míos. Y por todas las tarjetas navideñas que ido recibiendo y que he guardado en mi cofre de los regalos custodiados con cariño así como todos los mensajes de afecto.

Feliz Navidad

y un Año Nuevo 


que sea simiente de momentos placenteros, de deseos cumplidos, de realidades concebidas…, de ilusión, dicha y comunión con nosotros mismos.
Enciendo velas para que se ilumine nuestro camino.

Por si deseáis tomadlo como un presente, vuestro es porque no dispongo de todos los correos o de otra forma de enviaros la tarjeta. Para mí, un auténtico honor.

2 de diciembre de 2020

Dŏlens...

Has tocado la brecha de mi alma, acariciado con espinas los cuajos de mi no invocada soledad, la que no hará techumbre. Y me revelo hechicera, meditadora y libertaria de mis propios oscuros, insanados en la magia negra de un destino desconcertado y medio convaleciente. Soy amadora de la luz que palpita en mi infinita esencia, en el brillo latente de mis silencios y en el grito callado de mis sentires.

No, no reniego de mi dolor ni sacrifico mi libertad templaria. Encauzo mi sino como semillas pétreas de llamas caducas, de rendires sublevados y de ignotas presencias. Clamo, desde el talud de mis quejidos, la hebra que hará costura en mis heridas. Sanadora, ebria del gozo de la vida, impongo mis manos sobre el lecho de mi pecho, sobre cada uno de mis latidos, y emergeré... Dama entre los cristales que apuran mis ojos y serenan mi doliente ánima.

Fotografía de A.M. Lorek


Este texto es mi aporte a la convocatoria de noviembre, Dolor(es), que hace Gin desde sus Variétés para nuestro Paraíso de Letras donde puedes ver esta y otras participaciones.

Gracias infinitas, Gin.