- No me acostumbraré jamás a la lluvia -se dijo-. Es lo que tiene salir de los infiernos.
El viento
movió la pequeña campana de la ermita. Allí dirigió su mirada. Sonrió
prosiguiendo sus pasos que levemente se marcaban en el suelo embarrado,
ensuciando su vestido, ajado por los años, la humedad y la oscuridad.
Su corazón
era como un hervidero de gusanos convulsionados por la sangre rabiosa. Su
mente, el diseño de una venganza, y, en el escapulario, tallado sobre su pecho,
tres muescas, cuatro cruces invertidas con los nombres de aquellos que le
marcaron su destino.
Volvía a su
pasado o, tal vez, a su presente, el que no había podido disfrutar, dispuesta a
aniquilar, a borrar un nombre más. El que le faltaba.
Atravesó la
ciudad sin apenas rozar el suelo, movida por su sed de venganza, dispuesta a
todo, a destrozarle su magia, sus sueños… a segarle la vida sin mancharse, sin
contemplaciones, sin remordimientos…
Estaba cerca, y en ella se producía el milagro de la fusión. Su piel parecía sonrosarse, sus músculos ganaban
fuerza, su rictus se volvía… humano… Y respiró hondo cuando ante sus ojos se
situó la casa de quien aquella noche cambiaría de destino.
Jamás
hubiera llegado a imaginar que aquel hombre, aquel a quien ella había entregado
hasta lo más íntimo de su alma, hubiera sido capaz de devastar su felicidad, su deseo de vivir… Y a él,
aquellas palabras de ella, justo en el último hilo de voz, no le habían dejado
dormir bien desde entonces.
- Volveré y juro que me vengaré de cada uno de vosotros...
Y el
silencio se hizo. Una losa para una tumba cavada. Cuatro. Solo los jadeos, el
mismo miedo y un arrepentimiento a destiempo parecían latir en aquel hálito.
La primera
muerte solo fue un leve recuerdo de aquel juramento. La segunda, un
replanteamiento. La tercera… no podía ser una coincidencia. La tumba de la
joven aparentaba haber sido profanada y en ella, inexplicablemente, aparecía algún
objeto relacionado con el hombre muerto, como si alguien se hubiera cuidado de
que lo hallarán.
Margara.
Su nombre
repicaba en su mente como un mantra, como un canto maldito, como una plegaria
de perdón… No. No iba a servir de nada. Ni su vigilia, ni sus precauciones,
ni su deseo de no verla... Algo inundaba todo. Un aliento denso, una niebla
no visible… El alma se rasgaba. ¿Su alma? ¿Qué alma?
Sobre su
rostro, esa sensación gélida extendiéndose por todo su ser y la impresión de
ser observado muy de cerca.
Abrió los
ojos. Ahí estaba ella. De pie, a su lado, clavándole su mirada vacía. Sentía
que el corazón se le paraba. ¿Qué corazón? Deseaba gritar, salir corriendo de ahí. Estaba
paralizado. Muerto de miedo. ¿Más muerto?
Se derrumbó sobre el suelo, suplicó perdón, dio gracias a Dios por seguir vivo, y se bebió sus propias lágrimas...
Sintió extrañamente, un escalofrío por el centro de su espalda que le dejo helado de nuevo. Alguien le tomó de la garganta y sintió presión ahí, obligándole a echar
la cabeza hacia atrás. Le ahogó una bocanada de aire con la sensación de quemarle los labios y la
lengua mientras todo su cuerpo se estremecía. Percibió una voz, un sonido
gutural, lejano y al tiempo, presente, comiéndole el aliento.
- Mi venganza no será matarte… Será que vivas.
Y percibió
sobre sus labios una glacial y húmeda caricia, un
lametón en tanto algo, como alfileres gruesos, semejaba reventarle el cuello.
Este jueves, Yessy, desde su blog, nos invita a vivir una historia
fantástica, oscura…
Os dejo la mía y ahí podéis hallar más…