En el telar de mi ser, entrelazo las letras que brotan de mi alma, tejidos de sentimientos y emociones que danzan sobre este lienzo negro que mi pluma transfigura. Anhelo que cada palabra, cada trazo, trascienda y se convierta en eco en tu ser para fundirte en el velo mágico de mi memoria. Que mis versos sean puentes que nos unan en un abrazo sólido, y que mi tinta sea un testigo del vínculo que florezca entre tú y yo. En cada línea trazada, en cada verso susurrado, te escribo con el alma para que en el tapiz de nuestras historias encuentres el eco vibrante de mi ser y la esencia de este nuestro encuentro. Que mis letras sean hilos de un lazo indisoluble entre tú y yo, donde el tiempo se detenga y la eternidad se haga presente. En cada palabra entrelazada, en cada estrofa compartida, tejamos juntos la trama de un sentimiento duradero, donde nuestras almas se encuentren en todos los rincones de esta bella historia.

28 de febrero de 2015

Tu silencio en mi silencio...

Y sentir el descenso de los anversos de tus dedos
por mi mejilla hasta la barbilla,
donde tu pulgar se ancla en ese casi hoyuelo de mi mentón,
animando a mi boca a separar los labios y a mi rostro, a elevarse.
Tu mirada pestañea ante mis ojos.
Mi respiración da requiebros y,
al reclamo de mi silencio, 
tu boca corre en mi auxilio,
robándome el aire que me da tu vida.

21 de febrero de 2015

Siempre cogidos de la mano (5)

- ¿Dónde está el puente?
- ¿Qué puente?
- El puente que cruza el río y nos lleva a la ciudad.
- Pues…, no sé. Quizá detrás de esa torre, esa que guardan los ancestros de oro…
- ¡Anda! Aquí también hay…
- ¡Sííí! Están por todas partes…, como tu aroma, como tu alegría, tus maneras… Como nosotros juntos… Como las ganas que te tengo siempre: De tocarte, de acariciarte, de comerte… De disfrutarte… Como el enredo de tu mirada con la mía, de tus brazos con los míos, de mis labios con los tuyos, de mis piernas entre las tuyas… ¡Sííí…! ¡Estás en todas partes!

En un balanceo que nos mueve a los dos.

- ¡Calla, tonto! Que hasta las estatuas se ponen coloradas… ¡Mira, el puente!
- Sí, en eso estaba pensando yo…, en el puente.
- ¡¿Sí?!
- Pues, no… -Yo reí. Ella rió.

-  ¡Qué tonto! ¡Anda, vamos a cenar algo y después…, después, habrá tiempo de todo.

Siempre cogidos de la mano...
(tu yo) 

 

Y sentir el tacto de tu mirada mientras me observas desde el otro lado de la mesa. Percibir tu sonrisa como una cascada que me salpica mientras te peleas con los caracoles de tu plato…
Y brindamos chocando nuestras copas de vino: Por ti, por mí… Por nosotros. Por los sueños: Los tuyos y los míos. Los de los dos. Por los besos que nos asaltan y por los que conquistamos. Por los abrazos percibidos, soñados y entregados. Por los silencios compartidos…, por tus buenas noches y mis buenos días…
Por eso… Porque el mundo queda a nuestros pies, porque el tiempo es nuestro y capeamos el destino, entre ausencias y presencias, entre las miradas que abrazan, los besos que queman, los enredos de tu piel sobre la mía, ¡o de la mía sobre la tuya!, y las virguerías de los dedos, de las manos, de las bocas…: De la tuya y de la mía.

Por los balanceos, por los embates, por las idas y venidas… Por el alma y por el cuerpo.
(mi tú)

18 de febrero de 2015

Y tu abismo se convierte en cima...

Hay veces en los que te levantas por la mañana y no solo las zapatillas están frías. Caminas por la casa y te sobrecoge el frío de una noche en duermevela. Y piensas en esas tormentas de arena que cubren tu alma, con las tragedias de fuera y con las interiores, que son las que más pesan. 

Y te acercas a un abismo que, tal vez por saber que es temporal, te llama a gritos. Y te aproximas y te retrae,s pero tiene un influjo sobre ti. Y piensas que si caes ya no puedes pasar más allá del fondo. Y que después de ahí, ya solo queda subir... 

Y de pronto, se acerca alguien y abre sus brazos, unas enormes alas que te cubren por completo, que te protegen en silencio y en él, en ese silencio, solo se oye el palpitar de su corazón y el tuyo propio.
Y no hay palabras, solo un susurro... porque no hace falta más...
Y las tormentas se disipan, como si hubieras clavado un cuchillo en la tierra, como si te hubieras convertido en la mejor arma de Agamenón, porque eres obstinada, resuelta... porque al final, te haces fuerte, porque te vuelves junco y en cada golpe que te tumba, el mismo impulso te levanta, y pegas fuerte... porque el junco cuando vuelve pega duro, silva en el viento... 
Y sí, la arena se levanta del suelo... pero no es tormenta. Es fuerza. Y, entonces, eres la mujer imuhagh; la mujer fuerte, la mujer de azul, la que azotada por el viento y hundiendo sus pies tatuados en el calor del fuego no deja de caminar... aunque el viento vespertino agite su túnica.
Y al final, puedes poner puertas al desierto.
Y ella, vestida de añil y arena, 
se fue acercando como si fuese desierto suave en sus venas...
Lo miró como solo una beduina puede,
con sus ojos enmarcados en negro, 
con la profundidad de una reina...
Su mano se irguió hasta rozar la barba negra, 
ya entreverada de blanco, 
y los labios siempre secos de su señor de arena
y de azul se vistieron en un beso que se hizo desierto,
que se volvió smūm... y arena...
hasta que solo sean susurro de piel.
Beso... sin ruido, con alma... sin armas.
Tan solo una brisa en el silencio de su piel.
Y se abrieron  sus ojos y los míos...
Descansa, mora mía,
y sé un suspiro sin dolor.

(poema de mi amigo Ángel)


Y tu abismo se convierte en cima.