...Y
recorremos la ciudad: Calle arriba, calle abajo. Así, sin soltarnos.
Nos mezclamos
entre la gente y miramos escaparates.
Yo soy
paciente. Sé que te encanta.
- ¿Te gusta
esta tienda? –Y me miras y medio asientes-. Tengo una idea: Entremos.
- ¡No…, tonto!
Pero, ¿qué dices?
- ¡Sííííí…!
¡Venga, veras! –Y entramos en la tienda, cogidos de la mano-. Disculpe,
señorita, ¿es usted la encargada?
- Sí, claro.
¿Qué desea?
- Bueno…
-titubeó-. Vera, quisiera saber cuánto cuesta cerrar la tienda para nosotros
solos.
- Pero, ¡¿qué
dices?!
- Pero, señor…
¡Eso no puede ser! Eso le costaría un riñón. ¿Se cree usted que está en Pretty
Woman? –Y sé que tú estás pensando lo mismo.
- Esa es la
idea. Le propongo algo… Ella se probará todos los vestidos de la tienda. Nos
quedaremos los que más le gusten pero yo le pagaré como si se los llevara
todos. –Vosotras, ojipláticas-. Y añado algo: Yo ya sé el que me gusta a mí
para hoy. Si ella acierta y se lo lleva puesto, le pagaré el doble por todos.
- Pero, ¡por
Dios! ¿Tiene dinero para eso? –Y tú te preguntas lo mismo.
- Este es mi
sueño. Tengo dinero de sobra pero lo que más me sobra son motivos –aseguro.
- En este
caso, ¡adelante!
- ¡Estás loco!
¡Loco… loco, loco de remate!
-Sí… Por ti,
nena. –Y te sonrío mientras niegas con la cabeza resignada.
Dos horas más
tarde, después de unas buenas risas y de que nos hicieran mucho la pelota, el
resultado.
Pero qué tino
tienes, princesa. Has elegido ese tan bonito. Sí, el que lleva la chaqueta de
hilo fino a juego. Aunque no te gusta el rojo, te lo pones porque a mí me
encanta.
Qué bien te
sienta. Así, con el pelo suelto, con la espalda llamando la atención de mis
labios.
Y seguimos
nuestro camino a otro lugar, a otra historia…
Hacia nosotros.
Siempre
cogidos de la mano.
(tu yo)
Sí. Te has
creído que tú eres Richard Gere y yo, Julia Roberts, y que somos los
protagonistas de un cuento de hadas.
Sí. No te
equivocas en el cuento de hadas pero…
Yo ando de tu
mano, vestida de rojo pasión, con la espalda desnuda y con la falda escobando
la calle.
Y la ciudad
abriéndose a nuestro paso. Las luces de los escaparates como focos de pasarela y tú, ahí, orgulloso
como un pavo, feliz por tu ocurrencia; divertido por atreverme a tu loco juego.
Sí, estás loco…
Pero es que me contagias esta locura tuya.
Y yo, que soy
la racional, la que pone los puntos sobre las ies, la que va de prudente…, me
venzo antes tus sueños… que son mi locura.
(mi tú)